Editorial

Nostalgia litúrgica que destapa la resistencia eclesiológica

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A través de ‘Traditionis custodes’, su último motu proprio, el papa Francisco ha limitado al extremo la que popularmente se conoce como misa tridentina.



Tras varias décadas de licencias, tanto a los cismáticos lefebvrianos como a otras realidades eclesiales ancladas en el tradicionalismo, para promover la unidad en la diversidad por parte de sus antecesores, Juan Pablo II y Benedicto XVI, Doctrina de la Fe ha constatado que tales gestos no han contribuido a promover la comunión, sino que han dado alas a un mayor riesgo de división al aprovecharse de los mismos.

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Nuevos nostálgicos

Este golpe papal en la mesa del altar destapa, además de un problema litúrgico, una crisis eclesiológica. La querencia al rito preconciliar habla de graves resistencias al Vaticano II. La preocupación es mayor cuando no se habla ya de personas de avanzada edad aferradas a su acervo cultural, sino de nuevos nostálgicos.

Y esto no nace por generación espontánea, sino que se cultiva en facultades, seminarios, parroquias… Cabe preguntarse desde cuándo y cómo se alimentan estas adherencias para que, en ciertos foros católicos, se eduque aún hoy en la sospecha al Concilio, hasta el punto de cuestionarlo.

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