Editorial

Para que las masacres no caigan en el olvido

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Dos años después de que cerca de una treintena de migrantes perecieran en la valla de Melilla, Francisco ha dado un paso al frente para que esta tragedia no se olvide, a pesar de que el Gobierno marroquí y el español hayan mirado para otro lado, eludiendo cualquier responsabilidad. “No tengamos miedo a llamar masacre a estas cosas”, ha entonado el Pontífice a través de vídeo grabado por las plataformas que defienden los derechos de quienes se juegan la vida por cruzar la frontera.



Más allá de la vida

La contundencia de las palabras del Papa ejercen de aldabonazo ante la indiferencia reinante y frente al constante goteo de barcazas que llegan a Canarias, de hombres y mujeres que siguen intentando atravesar los muros de Ceuta y Melilla y quienes tratan de llegar a España través de las terminales de los aeropuertos. Una anestesia que alcanza límites insospechados cuando se niega incluso un entierro digno, como estuvo a punto de sucederle a Moisés, un niño costamarfileño de 4 años que murió en una patera hace un año, y que tan solo hace unos días pudo recibir sepultura gracias a una Iglesia samaritana que hace ver que esa ‘dignitas infinita’ va mucho más allá de la vida.

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