Editorial

Pastores prójimos

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Los obispos españoles han concluido la visita ‘ad limina apostolorum’ que la pandemia obligó a posponer. Durante un mes y medio, distribuidos en cuatro grupos, han mantenido encuentros con los diferentes dicasterios romanos, donde han podido compartir sus inquietudes sobre las urgencias pastorales que acucian a la Iglesia, así como las incidencias a la hora de aterrizar las reformas promovidas desde Roma.



Unos y otros coinciden en señalar el carácter dinámico, práctico y efectivo de esta peregrinación. Resulta más que significativa esta apreciación, máxime si se tiene en cuenta que los pastores reconocen una conversión en el proceder de la Curia. Y es que, lejos de limitarse a recibir directrices, tal como se acostumbraba antaño, se han topado con unos equipos de trabajo que buscan acoger, escuchar y dar respuesta a todas y cada una de las dudas expuestas.

No se ha tratado, por tanto, de un examen, de una fiscalización o de un listado de apercibimientos acumulados, como de un tiempo para compartir y acompañar. Es más, en cuestiones de primer orden, como los abusos, los obispos regresan confortados en su plan de acción y con más orientaciones para hacerlo realidad.

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En lo que a las relaciones con el Gobierno se refiere, la Secretaría de Estado ha mostrado su sintonía con el estilo Omella: apostar por la negociación que huya de la confrontación, pero también de toda ingenuidad, aunque de puertas para fuera pueda dar la sensación de cierta complacencia o complicidad.

Más allá de estos asuntos relevantes, sin duda, todos los pastores españoles aciertan en aplaudir la audiencia con el Papa, que consideran el clímax de estas jornadas. No solo porque supone un ejercicio de comunión en torno al sucesor de Pedro, sino porque verdaderamente ha sido un encuentro de tú a tú en el que han podido constatar la hondura espiritual, cordura intelectual y agilidad pastoral de aquel que lleva el timón de la Iglesia católica.

Cercanía

Ahora, con esa sana resaca de la visita ad limina, ensombrecida por los envites políticos, los obispos están llamados a aterrizar la principal encomienda que les ha hecho Francisco de manera insistente: la cercanía. Esta cultura del cuidado se presenta como una emergencia cotidiana, tanto de puertas para dentro con su grey reconocida como de puertas para fuera ante unas ovejas aparentemente perdidas, que dan pruebas manifiestas de sentirse distanciadas.

A falta de una reflexión conjunta del Episcopado, a cada obispo le corresponde decidir a la vuelta si aplica la distancia social del teletrabajo para abordar las heridas de su entorno o decide abrazarlas sin temor a contagiarse. A la vista está que el obispo de Roma quiere pastores de proximidad. Cercanos, próximos, prójimos.