Francisco ha reactivado la formula presinodal porque quería escuchar de primera mano las voces de los jóvenes antes de que los obispos se reúnan en la cita de octubre. El Papa es pidió hablar con libertad y, a juzgar por el documento conclusivo, sí lo han hecho. Prueba de ello, por ejemplo, es que los jóvenes plantean la sexualidad como primera preocupación, un tema que ni asomaba en el documento preparatorio del Sínodo enviado a las conferencias episcopales y que parecía ausente en las síntesis del cuestionario que fue enviado de vuelta a Roma.
Los millennials ponen sobre la mesa este y otros asuntos para reclamar a la Iglesia que cambie alguna de sus enseñanzas o, al menos, se explique mejor, sin discursos abstractos, sin miedo a mostrarse vulnerable o a adentrarse en caminos sin asfaltar. Ahora, la pelota está en el tejado de los adultos, que no pueden desaprovechar el documento ni, sobre todo, ignorar las inquietudes de una generación, porque la Iglesia corre el riesgo de perderlos y de perderse a sí misma. Así lo advierten al final del texto: “¡Sería una pena si este diálogo no tuviera la posibilidad de continuar y crecer!”.