Editorial

Principio de solidaridad más allá de lo económico

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El obispo de Segovia, César Franco, ha emitido un decreto por el que acomete una profunda reorganización de la acción pastoral de la diócesis, consciente del “exiguo número de sacerdotes”, que pasa por concentrar esfuerzos para servir a las comunidades parroquiales, con el dolor que supone no hacerlo como hasta ahora.

Como también ha sucedido en muchas órdenes religiosas, la respuesta a la carestía vocacional llega con retraso. Sin embargo, de poco vale lamentarse. Sirva la reforma de Segovia como llamada urgente para mirarse con realismo en el espejo, sin nostalgias ni maquillajes, para configurar desde ahí una apuesta convencida, firme y sensata, por los laicos y las unidades pastorales.

En este contexto, cuesta comprender que la Conferencia Episcopal cuente con un fondo interdiocesano económico basado en el principio de solidaridad, pero que ni siquiera se haya planteado un nuevo mapa de las diócesis en España ni una redistribución del clero de acuerdo a este criterio evangélico irrenunciable. Porque Segovia no es una excepción ni la Iglesia española puede permitirse regiones de primera y de segunda, ni en lo ecónomico ni en lo humano. Menos aún en lo pastoral.

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