Editorial

Reformar las estructuras o parchearlas

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Julio es tiempo de cambios organizativos eclesiales, de capítulos provinciales y generales a gobiernos diocesanos, que en muchas ocasiones se traducen en movimientos de fichas con difícil encaje en un puzle complicado por el defícit vocacional. No suele ser habitual dar pasos decididos para acometer auténticas reformas que transformen las estructuras para optimizarlas con una mirada de futuro atenta a la misión y a la realidad interna y externa. A menudo, se opta más por el parche y la comodidad de modelos caducos que por el riesgo que implica la profecía.

Prácticamente, cuatro años después de su llegada a Madrid, y consciente de que las resistencias nostálgicas no se apagan, Carlos Osoro va a revolucionar la Curia diocesana, reduciendo, por ejemplo, las delegaciones episcopales de 22 a 12. Bajo el paradigma bergogliano de que la fidelidad es cambio, da un paso al frente hacia la conversión misionera que pide Francisco. Al igual que le sucede al Papa, toca esperar para ver si quienes están llamados a secundar estos cambios, lo hacen con el impulso evangélico que precisan. Y, sobre todo, si Madrid se convierte en faro para otros obispados.

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