Editorial

Réplicas en femenino

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El 6 de enero, la Santa Sede dio a conocer algo más que una renovación en el Dicasterio para los Institutos de Vida Consagrada y las Sociedades de Vida Apostólica. Francisco nombraba a la misionera de la Consolata Simona Brambilla como prefecto del departamento vaticano, convirtiéndose así en la primera mujer que asume un servicio que equivaldría al de ‘ministro’ en un gobierno civil. Junto a ella, como proprefecto, trabajará el cardenal español salesiano Ángel Fernández Artime.



Por ahora, Brambilla será la única prefecta entre los otros quince hombres que figuran como máximos responsables de los dicasterios vaticanos, mientras que la paridad en el liderazgo comienza a ser una realidad en administraciones públicas y empresas. Esta comparativa habla de un distanciamiento más que notable entre los avances en la calle y en la Iglesia, aunque no es menos cierto que su nombramiento no puede ni debe considerarse como un mero brindis al sol. Más bien, lo contrario. Con esta designación, se materializa una de las puertas que abrió la constitución apostólica Praedicate Evangelium, publicada en marzo de 2022 y que permite que cualquier católico pueda asumir un cargo en la Curia romana, no solo los ministros ordenados.

Prefecta del Dicasterio para los Institutos de Vida Consagrada y las Sociedades de Vida Apostólica.

La apuesta de Francisco por esta monja es reflejo del proceso labrado a lo largo del pontificado: un reconocimiento de la igual dignidad entre hombres y mujeres que no solo ha expresado de palabra. Ahí está el salto dado en el Sínodo de la Sinodalidad, donde ellas por primera vez han tenido voz y voto. De la misma manera, cabe destacar la presencia femenina constante en el Consejo de Cardenales, así como el debate abierto sobre el diaconado femenino. Y es que, más allá de la decisión definitiva sobre este ministerio, el mero hecho de que se haya abierto un diálogo en relación a un tema que parecía tabú, se vislumbra también como un ejercicio de madurez.

Las primeras en servir

Y, por supuesto, todas aquellas mujeres a las que se han confiado diferentes puestos en la Curia durante estos años han allanado con su valía la confianza que ahora se deposita en Brambilla, más allá de los incuestionables méritos propios que se ha ganado como superiora general y como secretaria del Dicasterio. Ojalá la decisión adoptada por Francisco tenga su réplica en todos los espacios eclesiales más allá de la Curia: en diócesis, parroquias, familias carismáticas, tribunales eclesiásticos, obras apostólicas como universidades, hospitales, ONG… Porque si el verdadero poder es el servicio, ellas siempre han sido las primeras en servir de abajo arriba. Pero solo ahora parece comenzar a invertirse una pirámide todavía desequilibrada por el virus del clericalismo.

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