En estado permanente de misión. Esta insistente llamada de Francisco no hace sino recordar a la comunidad católica cuál es su sentido: anunciar el Evangelio a quienes no lo conocen. Es el ser y hacer de la Iglesia, una preocupación que aún es mayor en aquellos países de tradición cristiana que, sin embargo, como en el caso de España, están constatando un alejamiento a velocidad de vértigo de toda práctica religiosa. Una realidad que hace más apremiante abordar procesos de nueva evangelización, promover atrios de los gentiles y hacer de la cultura del encuentro la vía por la que caminar.
Pero ante esta urgencia manifiesta, la prisa y la desesperación se presentan como acicates, pero nunca son buena compañía. Frente a esto se requiere abordar la cuestión con sentido común, fruto de un análisis del contexto social, al que añadir grandes dosis de creatividad que nazcan del discernimiento, la oración y el encuentro con Cristo. Con esta premisa, no son pocas las iniciativas que se están importando, principalmente del mundo anglosajón y de otras confesiones cristianas, en lo que se ha venido en llamar pastoral del primer anuncio.
Se ha puesto la mirada en el vecino de al lado, en iniciativas que parecen ofrecer experiencias y resultados más o menos inmediatos o, al menos, que parecen hallar y revitalizar a futuros catecúmenos. En algunos casos la exploración y aplicación de estas nuevas sendas para llegar a los alejados ha llevado a tachar como caduco cualquier otro modelo existente. Está claro que es más que necesario abandonar la autorreferencialidad y apostar por la innovación para poder salir de verdad a las periferias, pero esto no significa descartar, por ejemplo, la experiencia histórica de institutos de vida consagrada, que están actualizando sus “sistemas operativos” pastorales desde la pequeñez y prudencia de la semilla de mostaza.
No está mal resetear el equipo de vez en cuando, pero cabe replantearse hasta qué punto en esta operación se está formateando, además, el disco duro, alejándose de lo esencial, cuando se pone el énfasis en la emotividad a flor de piel o se apuesta por un anuncio que puede rozar el proselitismo. La conversión pastoral de ‘Evangelii gaudium’ con la que sueña el papa Francisco no se logra con un plan estratégico de conversiones al peso, sino con algo tan sencillo y complicado a la vez como promover en el otro la experiencia del encuentro con Jesús resucitado, a través del contagio, del testimonio de vida, del acompañamiento personal y de la vida comunitaria. Solo desde ahí se puede construir un itinerario pastoral sólido, con un margen de riesgo y error asumibles, pero alejado de ‘métodos milagro’ de evangelización.