Através de un motu proprio, el Papa ha modificado el Código de Derecho Canónico para transferir competencias a los obispos hasta ahora reservadas a la Santa Sede, en lo que Francisco ha denominado como una “sana descentralización”.
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De esta manera, se simplifican los procesos burocráticos vinculados a la Curia, que ya no tendrá que dar su aprobación a las formaciones sacerdotales o a la redacción de los catecismos, sino simplemente ofrecer su confirmación. Junto a estas medidas, también se amplía de tres a cinco años la autorización a un religioso para que pueda exclaustrarse.
Estos cambios hablan de una mayor agilidad para responder a los signos de los tiempos, un reconocimiento del don de la inculturación, la apertura a un dinamismo que humaniza las estructuras para que no se conviertan en barrotes que atrapen la vida y una confianza en las Iglesias locales desde la colegialidad.
Unidad en la pluralidad
Al mismo tiempo, se afianza la idea de que Roma no está para controlar y tutelar, sino para acompañar y alentar, lo que exige una madurez sinodal a las Iglesias locales. Todo, desde la unidad en la pluralidad, una comunión que no es uniformidad, sino riqueza de la diversidad de una misma fe.