Los seminarios menores en España han experimentado en las últimas décadas un complejo proceso de conversión con el que parecen haberse sentado las bases de un proyecto sostenible.
El concepto de internado en zonas rurales se ha dejado atrás. Tampoco se concibe como un lugar de pesca al por mayor. Su misión es otra, como bien recoge la nueva Ratio Fundamentalis Institutionis Sacerdotalis, que los presenta como un espacio para “ayudar a la maduración humana y cristiana de los adolescentes que muestran algunos signos de vocación al sacerdocio ministerial”.
Este es el rumbo que han tomado los 46 seminarios menores presentes en nuestro país, donde se forman más de mil jóvenes, concebidos como una etapa educativa en la que se busca despertar esa llamada a la entrega, para discernir su futuro en clave de Dios, pero sin que eso suponga vivir en una burbuja ajena al mundo de hoy.
Porque, si algo deja claro la hoja de ruta marcada por la Santa Sede, es que en todo este proceso debe garantizarse el acompañamiento desde “la libertad interior que les haga capaces de corresponder al designio de Dios sobre su vida”. No es una simple apostilla.
