Editorial

Sinodalidad es corresponsabilidad

Compartir

La Iglesia alemana atraviesa uno de los momentos más convulsos de su historia reciente. La decisión del cardenal arzobispo de Múnich, Reinhard Marx, de poner su cargo a disposición del Papa ha generado un tsunami en la comunidad católica. El hasta hace un año presidente del Episcopado asegura sentirse corresponsable de la crisis todavía abierta de los abusos sexuales, después de que el Vaticano haya iniciado una nueva investigación por posible encubrimiento en la Archidiócesis de Colonia. Sin embargo, Francisco le respalda.



Sobre Marx nunca ha planeado la más mínima sospecha de pederastia en lo personal, pero tampoco en lo institucional. Sin embargo, sí ha visto necesario dar un paso al frente para hacer ver que, como purpurado más relevante del país, no puede ponerse de perfil ante las víctimas, los cristianos y la sociedad.

Órdago ejemplificante

Hay quien considera que este gesto supone un golpe en la línea de flotación del pontificado, en tanto que el purpurado, no solo forma parte del Consejo de Cardenales que impulsa la reforma de la Curia, sino que es el secretario del Consejo de Economía, otro de los principales focos de purificación de Francisco. Sin embargo, lejos de interpretarse como un envite al Papa, más bien parece un órdago ejemplificante para sus hermanos pastores. 

Arzobispo de Múnich

El anuncio de Marx llega cuando Roma mira con recelo el Camino Sinodal, impulsado precisamente por él para renovar la vida de la Iglesia alemana tras la lacra de los abusos. Según ha confirmado Vida Nueva, algunos departamentos vaticanos miran con lupa lo que podrían ser considerados excesos de un foro eclesial que ha decidido abordar sin tabúes cuestiones como el celibato, el sacerdocio femenino o la moral sexual, amén de otras iniciativas paralelas, como el respaldo germano a la intercomunión o a las bendiciones a parejas gais. Los máximos responsables de la asamblea, como suscribe en esta revista el obispo de Essen, insisten en que bajo ningún concepto hay un trasfondo cismático.

Está claro que construir una Iglesia sinodal con una estructura colegiada implica apostar por una mayor participación, diálogo, escucha y réplica. Todo desde la cultura del encuentro y la conciencia de la riqueza de la unidad en la diversidad, sin prejuicios ni condenas. Pero, ante todo, con el convencimiento de que caminar juntos solo tiene sentido si nace de un discernimiento que va más allá de un debate parlamentario o un análisis intelectual, para empaparse de la acción del Espíritu y desde la fidelidad creativa del Evangelio, pero siempre en comunión con el Sucesor de Pedro, a la manera del gesto de liderazgo corresponsable del cardenal Marx.

Lea más: