Editorial

Sinodalidad sin aditivos

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La Secretaría General del Sínodo de los Obispos ha pasado a ser la Secretaría General del Sínodo. “Sin añadidos”, como apostilla el subsecretario del departamento vaticano, Luis Marín, en una entrevista con Vida Nueva.



Esta modificación entró en vigor el 5 de junio, después de que se citara a dicha Secretaría con esta nueva nomenclatura en el artículo 13 de la constitución apostólica ‘Praedicate Evangelium’ sobre la reforma de la Curia, aunque este organismo no sea netamente curial. Sin embargo, el hecho de eliminar el ‘apellido’ habla de cómo su tarea no solo se limita ya al servicio a los pastores, sino a toda la comunidad eclesial. Como apunta el obispo español, “no se trata de abolir la colegialidad episcopal, sino de insertarla en la sinodalidad de todo el Pueblo de Dios”, apostillando que “la colegialidad episcopal es una expresión de la sinodalidad, pero no la agota”.

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Marín aclara que, por el momento, “la Asamblea del Sínodo de los Obispos no cambia su denominación ni su realidad, sigue siendo Sínodo de los Obispos”. Sin embargo, no es menos cierto que la simplificación del título de la Secretaría General habla de una pluralidad que, antes o después, requerirá una transformación de las estructuras, como ya está teniendo lugar de facto en aquellas diócesis, parroquias, congregaciones, comunidades y otras realidades eclesiales que, más allá de la consulta sinodal, han abierto procesos de conversión para que su día a día esté anclado en los ejes de la comunión, la participación y la misión.

Para quienes, por naturaleza o ideología, se resisten al cambio, este salto supone un pretexto más para alimentar comidillas sobre un supuesto parlamentarismo de criterios políticos, cuando en realidad se enmarca en ese sensus fidei que exige una corresponsabilidad real del laico, compatible con las atribuciones propias del obispo, desde un liderazgo compartido.

Libre de prejuicios

La transformación que está viviendo en su seno la Secretaría General desde la puesta en marcha del Sínodo sobre la sinodalidad habla de esa Iglesia semper reformanda, tal y como recordó precisamente Francisco durante la misa de Pentescostés, fecha más que significativa para que se comenzara a aplicar Praedicate Evangelium.

“En cada época, el Espíritu le da vuelta a nuestros esquemas y nos abre a su novedad; siempre enseña a la Iglesia la necesidad vital de salir, la exigencia fisiológica de anunciar, de no quedarse encerrada en sí misma”, apuntaba el Papa sobre una brisa fresca que exige, hoy más que nunca, escucha, apertura de miras y un caminar juntos sin que nadie se quede fuera, por exceso, o por defecto. Y, sobre todo, en una andadura sinodal libre de prejuicios, apellidos, añadidos y aditivos.