Editorial

Sínodo 2019: Escuchar la vida amazónica

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El próximo octubre, Roma celebrará el Sínodo para la región panamazónica. La periferia toma el centro de la catolicidad para priorizar en la agenda eclesial no solo las preocupaciones de esta región, sino una cuestión global, santo y seña de este Pontificado: el cuidado de la Casa común y la ecología integral de la encíclica ‘Laudato si’’, circunscrita a este pulmón herido del planeta.



En más de una ocasión, Francisco ha instado a elaborar una teología que no parta de las ideas, sino de la realidad. Así lo han experimentado quienes se han entregado por Cristo en estas latitudes desde hace siglos, especialmente en estas últimas décadas, encarnando el Evangelio desde el respeto, reconocimiento y diálogo con los pueblos nativos, haciendo suyas sus preocupaciones y sufrimientos. Sacar la cara por la Amazonía requiere de un compromiso integral innegable, a veces denostado por considerarlo un mero activismo partidista. Y es que, defender los derechos y la dignidad de estas gentes desde las Bienaventuranzas frente a la explotación de los poderes financieros y estatales, conlleva una denuncia y una lucha con aristas políticas, económicas y sociales no siempre comprendidas desde la lejanía romana.

Además, de puertas para dentro, ser Iglesia panamazónica supone reconocerse en el rostro indígena desde la inculturación, pero también toparse de bruces con una carestía de presbíteros. Mientras el 70% de las comunidades no tienen acceso a la misa por falta de sacerdotes, los laicos han demostrado capacidad y madurez para dinamizar sus parroquias. De ahí que no pocos obispos hayan reclamado una ministerialidad adecuada, que podría traducirse en los ‘viri probati’, esto es, la ordenación de hombres casados. También aquí Roma ha cerrado la puerta por creer que se pone en jaque el celibato, cuando no tiene por qué ser así.

Así pues, el éxito o el fracaso de este sínodo dependerá de la capacidad de los padres sinodales para empaparse de la riqueza y desafíos de la Amazonía. Solo desde una escucha empática y activa, dando voz a quienes la habitan, se alejará toda tentación de tocar con guantes sus problemas y de reaccionar con recetas prefabricadas. Un debate sincero y sin complejos, desde y para la Amazonía, puede abrir vías para la conversión pastoral que urge en la Iglesia universal.

De los padres sinodales cabe esperar que sean capaces de hincar el diente a los desafíos con audacia profética y no quedarse en sugerencias desdibujadas. Ir por detrás de la vida significaría desconectar de las inquietudes de estas comunidades y, por tanto, apearse del ser y hacer de la Iglesia: construir el Reino de Dios río arriba.

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