La Doctrina Social de la Iglesia puede convertirse en la principal herramienta que pueda dibujar un espacio de encuentro entre el nuevo Gobierno de coalición y la Conferencia Episcopal. Dicho así, podría pensarse que se trata de un utópico brindis al sol, sobre todo, teniendo en cuenta un programa político con un deje anticlerical.
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El talante de los pastores que hoy están al frente del Episcopado les confiere una capacidad y autoridad de diálogo crítico que han de enarbolar para que no se dejen ensombrecer por algunas voces catastrofistas ni por la tentación de levantar muros de contención ante Moncloa. Solo desde la cultura del encuentro de Francisco se pueden combatir prejuicios y frenar la polarización afectiva y efectiva.
Con el Congreso de Laicos y la Plenaria a la vuelta de la esquina, no puede esquivarse la reflexión sobre si los obispos y los cristianos han de dar un paso al frente para que este sea tiempo de abanderar las pancartas callejeras y mediáticas, como en la era Zapatero, o si se opta porque sea tiempo para liderar una negociación constructiva –tarea más ardua y de difícil factura– en defensa de los derechos de la ciudadanía. Los tiempos del Eclesiastés, sobre el tablero eclesial.