Editorial

Tras el 1-O: la Constitución de todos

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España se desliza hacia un terreno desconocido. La intención de la Generalitat de declarar de forma unilateral e ilegal la independencia de Cataluña ha puesto en riesgo la estabilidad del país. Tanto es así que Felipe VI ha intervenido para defender el orden constitucional frente a quienes han “socavado, dividido, fracturado y enfrentado” a la sociedad. Esta defensa de la legalidad es compartida por el Papa, que según ha confirmado Vida Nueva, ha reiterado ante el embajador de España que la Santa Sede es contraria a toda autodeterminación no justificada por un proceso de descolonización.

Lo cierto es que hoy resulta imposible promover un diálogo en caliente cuando la irresponsabilidad de la clase política ha propiciado una huida hacia adelante y el odio se propaga por las calles entre un pueblo herido.

En esta tesitura, hay que frenar de urgencia esta hemorragia y atajar la visceralidad provocada por un golpe de Estado de guante blanco. Toda vez que se garanticen los principios democráticos, llegará el momento de serenarse y buscar fórmulas de futuro. De lo contrario, se avista el abismo.

El sosiego se ha esfumado en una espiral de conflicto abonada durante años que estalló el 1-O, una votación sin garantías que, no por el hecho de ser masiva –que no mayoritaria–, adquiere legitimidad. La intervención policial ante la pasividad de los Mossos hizo el resto para dar rienda suelta a una batalla emocional sin límites.

La represión y la violencia no están justificadas nunca. Ni la física, pero tampoco la verbal. El nacionalismo puede tener argumentos de peso, pero ampararse en una carga policial para agitar, demonizar y justificar la independencia no tiene sostén alguno.

Lamentablemente la Iglesia ha participado de este clima. La llamada al entendimiento desde el respeto a la ley en la impecable nota de la Conferencia Episcopal amparada por la Santa Sede, no ha encontrado el eco que debería.

Esta apuesta por la mediación encabezada por los cardenales Blázquez, Omella y Osoro fue tildada en un principio de tibia y naíf. No son de extrañar estas reacciones cuando el ambiente se polariza: los puentes son los primeros en ser atacados en una guerra.

Más preocupante resulta el uso electoralista de púlpitos, claustros, escuelas o de una mitra, amparándose en ciertos derechos. Ni el Evangelio ni la Doctrina Social pueden manipularse de esta manera. La fe en Cristo no es ideología ni se identifica con ningún carné de partido. Como han reiterado los obispos catalanes, la tarea pasa por estar “al servicio de nuestro pueblo”, de todo el pueblo. Sin exclusiones. Solo con que haya un feligrés, un hermano o un alumno que se sienta juzgado o rechazado se ha fracasado en la misión evangelizadora. Por eso, es tiempo de un serio examen de conciencia: ¿conflicto o diálogo? ¿Puente o muro? ¿Incluyo o excluyo?

Silencio, oración y discernimiento. Si a la sociedad se le pide mesura, la Iglesia tiene una responsabilidad mayor: promover la cultura del encuentro. No significa imponer un pensamiento único, pero sí apostar por la comunión en la diversidad, por integrar y no separar. De lo contrario la fraternidad se reduce a una pantomima.

Vida Nueva cree y vive este pluralismo eclesial. Prueba de ello es que haciéndose eco de las llamadas constantes a la incomprensión y a la falta de empatía desde Cataluña, esta revista ha dado voz a los cristianos catalanes con una pregunta: ¿y ahora qué? Tristemente, la mitad de los invitados a participar han declinado hacerlo para evitar sentirse marcados. Este es el clima de hostilidad que se vive hoy en Cataluña.

Vida Nueva acompaña el día a día de la Iglesia desde hace 60 años y así lo hizo ante el 23-F: “Los españoles quieren democracia, paz, orden y trabajo, pero dentro de la democracia. Esta grave herida a la democracia tiene que cicatrizar con la decisión unánime de todos los españoles, sean de la ideología que sea”. Hoy Vida Nueva redobla esta apuesta por la Constitución como la única vía para promover el diálogo de todos, respetando las reglas del juego democrático.


A FONDO COMPLETO (SOLO SUSCRIPTORES)

  • Reportaje: La Iglesia tras el 1-O: ¿y ahora qué?
  • Opinión: No apropiarse de Dios. Por José Ignacio González Faus, jesuita
  • Entrevista: Jaume Pujol, presidente de la Conferencia Episcopal Tarraconense: “A Rajoy y Puigdemont les diría: no es hora de pasividad ni de engaños”. Por Rubén Cruz
  • Reportaje: La Iglesia catalana apuesta por una salida de la crisis dialogada. Por Jordi Llisterri
  • Opinión: Hay que aprender. Por Fernando Sebastián, cardenal arzobispo emérito
  • Análisis: Un día para el orgullo… y la vergüenza. Por Eulàlia Tort, periodista y cristiana comprometida
  • Análisis: Fraternidad ciudadana. Por Assumpta Sendra Mestre, profesora en la Facultad de Ciencias de la Educación Blanquerna
  • Análisis: Obispos: silencio y servicio. Por José Lorenzo
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