Más allá de las polémicas adyacentes sobre los abusos, que no son menores ni insignificantes, la Asamblea Plenaria de primavera de la Conferencia Episcopal Española ha arrancado con un llamamiento del presidente de los obispos a sus hermanos para aterrizar las reformas que vienen de Roma sin demora, teniendo en cuenta tres líneas de acción: la conversión pastoral, el discernimiento y la sinodalidad.
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Sobre estos ejes parece descansar el plan pastoral previsto para los próximos cinco años que se está ultimando esta semana en la Casa de la Iglesia.
En este sentido, no es baladí la advertencia que lanza Juan José Omella a los pastores de nuestro país para que caigan en la cuenta de que “interpretar y leer la realidad desde la fe no consiste en elaborar una estrategia para tener éxito ni, menos aún, un plan de laboratorio”.
De ahí que esa hoja de ruta para este quinquenio solo pueda estructurarse, como plantea el cardenal, si se elabora, no desde un despacho, sino al ras de “un mundo herido”, para salir al rescate de tantos prójimos que están en la cuneta de la pandemia. Un plan que solo puede nacer y aplicarse desde Fratelli tutti.