El 21 de octubre se celebra el Domund bajo el lema ‘Cambia el mundo’, una interpelación para que todo cristiano se comprometa con la misión ‘ad gentes’, para aterrizar el Reino a través de los proyectos de evangelización –y, por tanto, de promoción y desarrollo– en los que trabajan los más de 12.000 misioneros españoles.
Todos ellos se desgastan cada día con el convencimiento de que, al ofrecer una oportunidad a una mujer de Kinsasa o a un joven de las periferias de Lima, no solo se transforma su vida, sino que se contribuye a la revolución global de hacer realidad el Evangelio. Quizá esta aportación sea más palpable en aquellos hombres y mujeres que han logrado dar un vuelco a realidades a todas luces injustas, liderando proyectos de investigación médica o promoviendo cambios legislativos en defensa de colectivos desfavorecidos. No son héroes, simplemente siervos de Dios que han respondido con valentía y ardor profético desde los dones recibidos. En ellos –y en todos los misioneros– se materializa la máxima bergogliana de que el verdadero poder es el servicio. Y es este poder el que ya está poniendo patas arriba este planeta. Aunque no lo parezca.