El año 2020 echó el telón con números rojos para la Iglesia española. Así, 34 de las 70 diócesis presentaron déficit al cierre del ejercicio. Salvo algunas excepciones que venían arrastrando problemas financieros de antemano, la mayoría se han visto abocadas a rascarse el bolsillo más que nunca como consecuencia de la irrupción de la pandemia.
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De un día para otro, se cerraron los templos y, con ellos, los ingresos tanto del cepillo de los fieles como de otras vías como el turismo. Sin embargo, las necesidades se dispararon con la crisis económica que desencadenó la emergencia sanitaria.
Así lo demuestra los cuatro millones de personas atendidas en sus centros sociales en este tiempo, 246.000 usuarios más que el año anterior, tal y como recoge la pertinente Memoria de Actividades que edita la Conferencia Episcopal Española.
Al rescate
A golpe de auditoría, se permite explicar a la ciudadanía qué se hace con la confianza depositada a través del IRPF y de sus donaciones particulares. Esto es, una Iglesia endeudada para rescatar a los que han quedado al margen a causa del coronavirus responde a esa Iglesia ‘pobre y para los pobres’ con la que soñaba Francisco en los primeros días de su pontificado.