Hace unos meses, el carmelita descalzo Abel de Jesús acuñó el término teoplanista para referirse a aquellos que habían configurado una única propuesta válida y uniforme de concebir a Dios y a la Iglesia en la actualidad. Partía del concepto terraplanista para subrayar esta cerrazón que, amén de cuestionar la autoridad de Francisco y sus propuestas de reforma, no reconocen el cambio climático y se suman además a las teorías conspiratorias negacionistas sobre el coronavirus.
- OFERTA: Año nuevo, Vida Nueva: este 2022 suscríbete con una rebaja del 20%
- PODCAST: cuesta de enero a oscuras
- ¿Quieres recibir gratis por WhatsApp las mejores noticias de Vida Nueva? Pincha aquí
- Regístrate en el boletín gratuito y recibe un avance de los contenidos
El pasado 23 de diciembre, el cardenal secretario de Estado, Pietro Parolin, ponía coto a los antivacunas en el Vaticano a través de un decreto que conlleva la suspensión de empleo y sueldo a todos los que sirven en la Curia, sean clérigos o laicos, que no hayan recibido la pauta completa de inmunización. Esta iniciativa se une a la obligatoriedad del pasaporte COVID para acceder al puesto de trabajo o participar en las visitas ad limina.
Hasta la fecha, ni la Conferencia Episcopal Española ni las diócesis parecen haber adoptado medida alguna al respecto, al menos públicamente, mientras comienzan a aflorar algún que otro teoplanista entre el clero. Mirar a Roma nunca está de más para frenar estos brotes.