Editorial

Valle de los Caídos: desterrar la reconciliación

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Fue su promesa estrella como presidente del Gobierno: exhumar a Francisco Franco del Valle de los Caídos. Sin embargo, el anuncio improvisado de Pedro Sánchez, sin tenerlo atado, ha desembocado en un serial que sigue abierto. La improvisación del Ejecutivo socialista ha propiciado el enrocamiento de los nietos de Franco, la judicialización de la causa y consecuencias inesperadas, en un principio, como la posible inhumación en la cripta de La Almudena.



Resulta paradójico que un Gobierno que apela a la vía del diálogo con múltiples guiños y concesiones para solventar otras cuestiones, se haya cerrado en banda para solventar un problema que él mismo ha provocado. Es más, no se entiende que en este tiempo nadie en Moncloa se haya puesto en contacto con el prior de los benedictinos que custodian la basílica.

No solo se ha pasado por alto a la comunidad religiosa, sino que han buscado presentar a toda autoridad eclesial como obstáculo a la manera de un actor político, un enemigo de la causa, ignorando las constantes llamadas de la Iglesia a buscar una vía discreta de diálogo con la familia. Esta estrategia se llevó hasta Roma, con veladas amenazas sobre los impuestos, e incluso sobre la pederastia, para utilizarlas como moneda de cambio. Frente a ello, la diplomacia vaticana reaccionó con la prudente lucidez que la caracteriza, inhibiéndose de toda responsabilidad.

Mientras todo esto sucede, los benedictinos del Valle de los Caídos intentan vivir ajenos al ruido exterior, volcados en la misión a la que fueron llamados hace seis décadas: la oración, el estudio y la formación de los niños de una Escolanía de prestigio internacional. Así lo ha comprobado Vida Nueva, único medio que se ha adentrado en la abadía para comprobar cómo los monjes viven en una rutina libre de toda proclama partidista y en la que plantean, como premisa, rezar “por todos los caídos en la Guerra, de uno y otro bando”.

Con el período de alegaciones al expediente de exhumación abierto, el Gobierno avanza en su cruzada antifranquista. A la vez, no ceja en su empeño de infectar unas heridas que estaban cicatrizando gracias a la ejemplar actitud de tantos españoles que han aprendido a caminar juntos con una madurez que parece escasear en el ámbito político. La Transición puso las bases del período más estable de la historia de nuestro país, en tanto que se forjó con un espíritu de concordia. Buscar la exhumación de Franco a matacaballo y sin frenos, como se viene haciendo, lejos de recuperar una memoria histórica que permita sanar, destierra la reconciliación y desentierra la división, el rencor y la polarización, propias de un populismo en auge que sí constituye una verdadera amenaza para la convivencia en España.