EDITORIAL VIDA NUEVA | Comienza la visita de Benedicto XVI a México y Cuba. Es el tercer viaje apostólico del Papa al continente americano. Las dos veces anteriores tuvieron como destino Aparecida, en Brasil, y los Estados Unidos. Quedaba ahora esta zona central y caribeña. Un viaje significativo en muchos sentidos, y que supondrá no solo un apoyo a las Iglesias de México y Cuba, sino también un aldabonazo a las relaciones entre la Iglesia y la sociedad política en dos países marcados, cada uno a su manera, en lo religioso por la revolución, pero especialmente agresivos con la Iglesia en el pasado. La actitud del Papa hacía una laicidad positiva se verá reflejada en sus discursos y mensajes de estos días.
México, zarandeado por problemas de violencia, espera esta visita como un empujón para la revitalización de la vida eclesial.
Precisamente, el lugar elegido para la celebración papal está cargado de significatividad: Guanajuato es un punto emblemático en la lucha por los derechos de libertad religiosa. El Gobierno ha dado un paso aprobando una reforma constitucional en la Cámara de Diputados para dar mayor libertad de culto y permitir actos religiosos colectivos en lugares que no sean templos.
México, zarandeado por problemas de violencia,
espera esta visita como un empujón
para la revitalización de la vida eclesial.
La Conferencia del Episcopado Mexicano consideró la reforma como “un paso muy importante en el reconocimiento y respeto a un derecho fundamental”, destacando cómo “se amplía el derecho que tienen todas las personas a ejercer libremente la religión de su preferencia”.
Una llamada a la paz, contra la violencia y en favor de la reconciliación ofrecerá el Papa a los mexicanos en un país próspero, con grandes perspectivas de futuro y con una población en aumento.
A las visitas realizadas por Juan Pablo II, se une esta de Benedicto XVI, consciente del momento histórico que vive no solo el país, inmerso en un proceso preelectoral –que deberá tener en cuenta el Pontífice–, sino también en una renovación interna de la misma Iglesia, en donde ya se vive un cambio en el perfil de su Episcopado, más evangelizador que político, más propositivo que beligerante.
Por otro lado, el viaje a Cuba entra dentro del diseño vaticano para que la Iglesia en la Isla sirva de plataforma de transición de un régimen que ha hecho de la Revolución una merma de libertades fundamentales.
El largo proceso de diálogo, no entendido suficientemente por los cubanos del exilio, ha sido importante para las mejoras de las condiciones de vida en la Isla.
La Iglesia en Cuba ha de servir de
plataforma de transición de un régimen
que ha hecho de la Revolución
una merma de libertades fundamentales.
El grito de Juan Pablo II en su primera visita ante Fidel Castro fue elocuente: “Que el mundo se abra a Cuba [actitud contraria al bloqueo internacional] y que Cuba se abra al mundo” [una llamada a superar el régimen dictatorial] será analizado en esta visita, pasado ya el tiempo y con logros en la mano.
El castrismo utilizará la presencia papal –ya lo está haciendo–, dejando incluso la estancia previa en México en cierta sombra, pero también la Iglesia aprovechará la estancia del Papa para seguir luchando por los derechos fundamentales de los cubanos.
En ambos países se abre un horizonte nuevo. La Iglesia tiene una voz que decir y el mensaje cristiano aporta a los pueblos un sentido de la vida digno de ser escuchado y tenido en cuenta.
En el nº 2.794 de Vida Nueva. Del 24 al 30 de marzo de 2012