La Asamblea Plenaria de la Conferencia Episcopal abordó en sesión reservada el problema de los abusos sexuales. Aunque, en principio, las cifras conocidas hasta ahora no revelan un tsunami como en otros países, lo cierto es que no se ha tenido una actitud proactiva y tan diligente como cabría esperar, teniendo en cuenta que un solo caso es motivo más que suficiente para que toda la comunidad creyente se vuelque para colaborar con la justicia, arropar a las víctimas y blindarse para crear ambientes seguros. En este contexto, la comisión antiabusos, de reciente creación, expuso ante los obispos el trabajo realizado hasta la fecha y el protocolo previsto, que pasa, entre otras medidas, por escuchar a las víctimas que lo pidan, tal y como ha confirmado Vida Nueva.
Una iniciativa, la de dar voz y escuchar a las víctimas en el seno de la comisión, que llega con retraso, pero a tiempo para poner las bases del compromiso presente y futuro de la Iglesia española para erradicar cualquier atisbo de pederastia en sus filas. Máxime con la cumbre papal de todos los presidentes de los episcopados del planeta en febrero, que busca pasar de la “tolerancia cero” como lema a un acción sin excusas.