Francisco reivindica en la misa de año nuevo que “la Iglesia necesita de María para redescubrir su propio rostro femenino”

El 1 de enero, en el calendario litúrgico, se celebra la solemnidad de santa María, Madre de Dios. El papa Francisco ha presidido en la Basílica de San Pedro la eucaristía de esta celebración, en la que también se ha establecido, desde hace 57 años, la Jornada Mundial de la Paz, por lo que es habitual la presencia de un buen número de diplomáticos. Por este motivo el Secretario de Estado, el cardenal ha pronunciado las oraciones de la plegaria eucarística.



Dios para siempre

En su homilía el Papa retomó la expresión “plenitud del tiempo” ya que “antiguamente, el tiempo se medía vaciando y llenando unas ánforas; cuando estaban vacías comenzaba un nuevo periodo de tiempo, que terminaba cuando estaban llenas. Esa es la plenitud del tiempo: cuando el ánfora de la historia está colmada, la gracia divina desborda; así pues, Dios se hace hombre y lo hace en el signo de una mujer, María”. Para Francisco, “ella es el camino elegido por Dios, ella es el punto de llegada de tantas personas y generaciones que, “gota a gota”, han preparado la venida del Señor al mundo. De este modo, la Madre está en el centro del tiempo”. “Dios se ha complacido de dar un giro a la historia por medio de María, la mujer”, añadió, destacando que “al principio del tiempo de la salvación está la Madre de Dios, nuestra Madre santa”.

Celebrar a María como Madre de Dios, para el pontífice expresa “la alegre certeza de que el Señor, tierno Niño en brazos de su mamá, se ha unido para siempre a nuestra humanidad, hasta el punto de que esta ya no es sólo nuestra, sino también suya. Madre de Dios: son pocas palabras para confesar la alianza eterna del Señor con nosotros. Madre de Dios: es un dogma de fe, pero es también un “dogma de esperanza”; Dios en el hombre y el hombre en Dios, para siempre”, reclamó invitando a los fieles a repetir la jaculatoria.

Mirar a las madres

Dios, prosiguió el Papa, también envió a María el espíritu en la Anunciación o cuando ella esta reunida con los apóstoles para descubrir a Dios como Padre. “La maternidad de María es el camino para encontrar la ternura paterna de Dios, el camino más cercano, más directo, más fácil. La Madre, en efecto, nos conduce al principio y al corazón de la fe, que no se trata de una teoría o de un compromiso, sino de un don inmenso, que nos hace hijos amados, moradas del amor del Padre. Por eso, acoger a la Madre en la propia vida no es una elección devota, sino una exigencia de la fe”, recalcó el pontífice.

Es más, añadió, “la Iglesia necesita de María para redescubrir su propio rostro femenino, para asemejarse más a ella que, como mujer, Virgen y Madre, representa su modelo y su figura perfecta; para dar espacio a las mujeres y para ser generativa a través de una pastoral hecha de cuidado y solicitud, de paciencia y valentía materna”. Para el Papa, “también el mundo necesita mirar a las madres y a las mujeres para encontrar la paz, para escapar de las espirales de violencia y odio, y volver a tener miradas humanas y corazones que ven. Y toda sociedad necesita acoger el don de la mujer, de cada mujer: respetarla, cuidarla, valorarla, sabiendo que quien lastima a una mujer profana a Dios, nacido de mujer”.

La familia humana

“Nadie mejor que la Madre conoce los tiempos y las urgencias de sus hijos”, prosiguió Bergolio señalando el papel de María en Caná. “María, que conoce nuestras necesidades, apresura también para nosotros el desbordamiento de la gracia y lleva nuestras vidas hacia la plenitud”, por ello, añadió, ya que “todos nosotros tenemos carencias, soledades, vacíos que necesitan ser colmados” así “cuando estamos tentados de encerrarnos en nosotros mismos, acudimos a ella; cuando no logramos desenredarnos de los nudos de la vida, buscamos refugio en ella. Nuestro tiempo, vacío de paz, necesita de una Madre que vuelva a reunir a la familia humana. Miremos a María para ser constructores de unidad, y hagámoslo con su creatividad de Madre, que cuida de sus hijos, los congrega y los consuela, escucha sus penas y enjuga sus lágrimas”, sentenció invitando a mirar el icono situado en la Basílica de San Pedro de María amamantando a su Hijo, la Virgo Lactans de la abadía italiana de Montevergine.

Y concluyó el Papa: “Confiemos el nuevo año a la Madre de Dios. Consagrémosle nuestra vida. Ella, con ternura, sabrá revelar su plenitud; porque nos conducirá a Jesús, y Jesús es la plenitud del tiempo, de todo tiempo, de nuestro tiempo”, apuntó citando un escrito de Martin Lutero. “Que este año esté lleno de la consolación del Señor; que este año esté colmado de la ternura materna de María, la Santa Madre de Dios”, deseó.

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