Gabino Díaz Merchán y Antonio Montero, adiós en dos días a quienes encarnaron el Concilio en la Iglesia española

  • Dos figuras claves en el caminar contemporáneo de la Iglesia española mueren en apenas unas horas
  • En la misma semana también se ha retirado Ricardo Blázquez, representante de la siguiente generación
  • En este tiempo, la democracia ya era un logro consolidado y, el Concilio, un espíritu siempre pendiente de alumbrar en su plenitud

Gabino Díaz Merchán y Antonio Montero, adiós en dos días a quienes encarnaron el Concilio en la

Casi como si fuera un guiño de la Historia, Gabino Díaz Merchán y Antonio Montero, dos figuras claves en el caminar contemporáneo de la Iglesia española, han muerto en apenas unas horas de diferencia. El primero, arzobispo de Oviedo entre 1969 y 2002, falleció este martes 14 de junio a los 96 años. Solo dos días después, este jueves 16, a los 93 años, se iba quien se convirtiera en obispo de Badajoz en 1980 (tras ser auxiliar de Sevilla desde 1969) y, en 1994, fuera designado por Juan Pablo II como pastor de una entidad eclesial naciente: la Archidiócesis de Mérida-Badajoz. Lideró la Iglesia extremeña hasta 2004, cuando se convirtió en emérito.



Así pues, estamos ante dos pastores con un caminar pastoral y magisterial paralelo. Y es que han muerto nonagenarios quienes estuvieron al frente de sus respectivas Iglesias locales durante tres décadas.

Al frente de la CEE

Además, en la Conferencia Episcopal Española ambos estuvieron llamados a asumir altas responsabilidades. Díaz Merchán fue el presidente de nuestro Episcopado entre 1981 y 1987, sucediendo al cardenal Tarancón, quien había sido presidente de la CEE en la anterior década, desde 1972, teniendo por tanto que guiar la nave de la Iglesia en los últimos años de Franco y en los iniciales pasos de la Transición democrática. Tan convulsos a veces que, significativamente, el prelado ovetense fue elegido presidente de los obispos ¡el 23 de febrero de 1981, el mismo día que Tejero lideraba un golpe de Estado en el Congreso!

Por su parte, Antonio Montero, siempre tan ligado a los medios eclesiales (fundador de PPC y Vida Nueva, también fue corresponsal del Ya y director de Ecclesia, entre otros muchos retos), fue presidente de la Comisión Episcopal de Medios de Comunicación Social en dos etapas entre 1987 y 1999.

Antonio Montero, arzobispo emérito de Badajoz y fundador de Vida Nueva

Un sueño que aún no se percibía

Sin duda, estamos ante dos genuinos representantes de una Iglesia en la que nacieron al sacerdocio sin imaginar la apertura que estaba por llegar con el Concilio Vaticano II, que ambos conocieron de cerca y en cuyo espíritu se imbuyeron plenamente. Actitud abierta, por cierto, que les facilitó, en lo político, saber acompañar a los suyos en una España que pasaba de la dictadura a la democracia.

No esquivaron las lógicas tensiones, internas y externas, sociales y eclesiales, tampoco cuando les tocó ser obispos. Lo hicieron con energía y sentido profético al acompañar la estela del cardenal Tarancón y dejar su impronta ‘franciscana’ (décadas antes de que Francisco fuera papa) en su magisterio proclamado y testimoniado. En Oviedo y en Extremadura. De la mano, amigos, en la Conferencia Episcopal.

Ricardo Blázquez, presidente de la Conferencia Episcopal Española

Blázquez, durante y después de Rouco

Se han ido en la misma semana dos pastores sencillos y que supieron encarnar el viento fresco de un Concilio con el que soñó Roncalli, aquel al que llamaron ‘papa bueno’. Semana, por cierto, en la que también ha querido el destino que Ricardo Blázquez, presidente de la Conferencia Episcopal durante y después de la larga era de Rouco Varela, se echa definitivamente a un lado. Y es que, a sus 80 años, hoy Francisco le ha aceptado la renuncia como arzobispo de Valladolid.

Blázquez fue miembro destacado de otra generación en la que la democracia ya era un logro consolidado y, el Concilio, un espíritu siempre pendiente de alumbrar en su plenitud. No se consiguió en el tiempo de Díaz Merchán y Antonio Montero. Tampoco en el de Blázquez. Está por ver si la reforma de Francisco, acuñada aquí en la cúspide del Episcopado por Omella y Osoro, estalla al fin en ofrenda auténtica para la Historia.

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