(Juan Rubio) El cardenal Bertone estuvo en Cataluña. En los tres días ha marcado ruta y ha apuntado maneras, como hizo en Madrid el pasado año. Me acordé del Quijote. Eran días de libros y rosas en las Ramblas. En la II parte, Cervantes lleva a su protagonista a Barcelona y dicen los críticos que quiso así corregir la ruta aragonesa del falso Quijote de Avellaneda. Roma tiene su lenguaje propio para corregir rutas exclusivas y llevarlas a puertos abiertos, alejados del interior. Bertone dijo conocer bien la catalana terra, en la entrevista concedida a Enric Juliana en La Vanguardia. No podía negarse a este rotativo y a su influencia, aunque cuidando de no repetir el episodio de Chile. Cataluña bien vale una entrevista.
Y es que Cataluña no ha dejado de ser católica, pese a los bajos porcentajes de las estadísticas. En Cataluña, el cristianismo está más vaporizado; todo lo humedece, aunque cala poco. Su cercanía a las iglesias francesas en el posconcilio le deparó vigor. Significativo fue su compromiso político y social, así como el laical. Hubo una Iglesia formada, ilusionada, entregada, fortalecida. Hoy la cosa ha cambiado pero el reto es ilusionante. No hay nada más que asomarse y verlo, pese a los mensajes que lanzan ciertos agoreros ultramontanos. Los políticos y los obispos catalanes han entendido que no se puede ir a tope de carnero. Puede haber divergencia de criterios pero no se escenifican. Hay señales de respeto, cordialidad y buena educación. ¡Hasta la izquierda se ha convertido al Papa en Cataluña! Bertone lo ha podido comprobar. Sabe que Monserrat es un símbolo que va más allá de lo religioso, y que su abad, Josep Maria Soler, es un hombre con carisma y catalizador; hombre de comunión y abierto. En el almuerzo con el Rey estuvo él, junto a Bertone, Sistach y el nuncio. Como si de Cervantes se tratara , el Vaticano ha señalado una ruta nueva, que no alternativa. El vicario general de Lleida, Ramón Prat, decía recientemente a Vida Nueva: “Es necesario fortalecer la comunión eclesial; superar el peligro de una imagen de la Iglesia arrogante y vergonzante para ser una Iglesia confesante; seguir testificando la fe mediante la justicia y la caridad; y seguir potenciando el diálogo de la fe con las culturas”. No perdamos esta perspectiva, esta nueva ruta catalana, una más junto a la madrileña.
Y roja cardenalicia ha sido también la agenda en otros lugares, como en Madrid y en Murcia. Allí estuvieron los cardenales Rylko y Hummes, presencias justificadas en la Plenaria y en el Congreso sacerdotal de Comillas, respectivamente. Y en Murcia, una larga nómina: Antonelli, Cordes, Castrillón, Rodé, Poupard, López Rodríguez… Pesa mucho el capelo en Murcia. Hay asombro y extrañeza por doquier. Parece como si Mendoza supiera que ya Pablo VI quiso hacer cardenal una vez a Maritain y se pregunta qué tiene él menos que el académico francés. Y en medio de todo, el cardenal Cañizares, con agenda abierta cada vez que se trata de España. Y siempre el cardenal de Madrid, más cardenal de España que nunca durante la Misa cantada desde el Introito hasta el Ite misa est en la Almudena, rodeado de los obispos. Palmas al caer el telón. “Así son los madrileños”, me decía un prócer laico de la información religiosa, buen amigo él.
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¿Y en España, qué pasará?
Qué pasará con España en un probable consistorio cardenalicio en otoño, está por ver. Hoy sólo hay en activo con diócesis encomendadas dos cardenales: Madrid y Barcelona. El resto son eméritos, algunos aún con derecho a voto en caso de cónclave: Carlos Amigo y García Gasco. Y jubilados quedan Carles y Álvarez. En Roma, Cañizares en activo, Herranz jubilado y Martínez Somalo ya perdido. Púrpuras nuevas están por ver. El cardenal de Madrid cumple años de jubilación reglamentaria el verano próximo. Si el Papa mira a la geografía en España, vean ustedes lo que tiene: Toledo, Sevilla, Valencia, Santiago de Compostela… pero si mira a las personas… Ya hubo cardenal en Málaga, Granada, Tarragona.
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En el nº 2.705 de Vida Nueva.