El Sínodo de los jóvenes no solo está analizando la realidad actual en el que estos se mueven, sino que busca hacer un auténtico discernimiento en torno a este momento de la Iglesia. Para ello es necesario volver a las fuentes, a la Palabra de Dios, para que esta ilumine la realidad. Con este trasfondo, un grupo de biblistas salesianos, bajo la coordinación de Juan José Bartolomé, han preparado el libro ‘Jóvenes: fe, vocación, discernimiento. Rezar el tema del Sínodo sobre los jóvenes, a la luz de la Palabra de Dios’ (Madrid, CCS, 2018).
Además el propio Bartolomé, en este contexto del camino sinodal también ha preparado recientemente la obra ‘Dios habla también a los jóvenes’ en la que se analizan y ofrecen pautas para comprender tres relatos bíblicos de vocación y ‘Los niños en el ministerio de Jesús de Nazaret’ que con el subtítulo ‘sujetos de curación y modelos del Reino’ analiza la presencia de quienes aún no son adultos en la vida y el ministerio del Señor.
La mirada de Dios
PREGUNTA- Dentro de la preparación al sínodo, un grupo de biblistas salesianos ha preparado una serie de propuestas para la ‘Lectio Divina’. ¿Qué páginas de la Escritura nos ayudan a centrar la mirada en los jóvenes?
RESPUESTA.-Diría que todas las páginas, porque lo importante no es a quién dirigimos la mirada sino si nuestra visión re-presenta la mirada de Dios. Evidentemente, los episodios en los que se narra el encuentro –y la mirada– de Jesús con adolescentes son los que mejor reflejan cómo contemplarlos e imitar, en ese esfuerzo, a Jesús.
P.- Uno de los grandes misterios de Jesús es la infancia y la juventud. ¿Qué rasgos básicos nos transmiten los evangelistas?
R.-Estrictamente hablando la tradición evangélica no da información sobre la infancia de Jesús; las noticias que transmite se centran en su generación, nacimiento y un par de incidentes durante los primeros años de su vida. Solo el episodio de la pérdida del adolescente Jesús en el templo (Lc 2,41-50) nos presentan a un muchacho que sabe tener que ocuparse en Dios y sus cosas antes que someterse a sus padres. Y ello no obstante, volver con su familia a la vida diaria y crecer en familia en gracia y estatura. El hijo de Dios se hizo todo un hombre en el seno de la familia que Dios le había dado.
P.- La actitud de preferencia de Jesús por los niños en las enseñanzas o en algunos milagros, ¿qué papel juegan en la predicación del Reino de Dios?
R.- Un papel decisivo, aunque normalmente poco apreciado. Las preferencias de Jesús por los niños es, primero, santo y seña de las “debilidades” de su Dios por los más débiles; con su trato privilegiado con ellos Jesús desvela las opción de su Padre. Y segundo, hace del niño, desvalido e insignificante, modo y medida de la conversión del discípulo que desee entrar en el reino.
Discernir es descubrir la huella de Dios
P.- Un personaje ha quedado inmortalizado para posteridad como joven, aquel muchacho bueno pero que era muy rico como para dejarlo todo y seguir al Señor. ¿Este aparente ‘fracaso’ de Jesús qué lecciones nos puede aportar?
R.- No sigue a Jesús quien es bueno, y aquel joven lo era tanto como para extrañar a Jesús cuando afirmó que había cumplido toda la ley desde su juventud. Ni sigue a Jesús quien es llamado y amado por él: hay que amar a Jesús más que a nadie, más que a todo. Tener algo tan bueno que no lo podamos perder nos hace perder a Jesús y al buen Dios.
P.- El sínodo ha querido reflejar, desde el propio título, la fuerza del discernimiento y este no es posible sin conocer y ser capaz de rezar la Palabra de Dios. ¿Puede ser un momento de impulso para una mayor difusión de la Biblia entre los más jóvenes?
R.- Debería serlo. Discernir es descubrir la huella, el paso, del Dios vivo en la propia existencia y en la historia humana. Pero Dios es solo apreciable en su Palabra. Quien no la escucha –y para escucharla, hay que venerarla y rezarla– no se encuentra con Él.