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Ante un mundo prisionero del presente


Como quien hace un diagnóstico, Fredy Parra, doctor en teología de la facultad de teología jesuita de Belo Horizonte, ve en la hora de ahora: “una crisis de esperanza”.
“Me parece observar una corriente de desesperanza, resignación y escepticismo en grandes capas de nuestra sociedad”, apunta en el prólogo Luis Mariano de la Maza.
Según este autor, la esperanza en nuestro tiempo está acosada por amenazas como estas:
Una crisis de futuro o porque los recursos humanos son finitos y en proceso de agotarse o porque los instrumentos del progreso se convierten en agentes de destrucción o porque el sufrimiento del hombre ha alcanzado niveles de crueldad nunca vistos.
La crisis del sentido y de la confianza. El hombre de hoy está perdiendo claridad sobre el sentido de su vida y su experiencia del tiempo es la una asfixiante celeridad.
La tercera amenaza es la crisis de comunión y de encuentro. Más interesado en la eficiencia y productividad de su trabajo, el hombre de hoy se aparta de la interacción gratuita, generosa, desinteresada entre las personas.
Esta amenaza proviene de una crisis de inconsciencia y de indiferencia. Cita el autor a Soren Kierkegaard: la forma más elemental de desesperación consiste en que el hombre no tenga conciencia de estar constituido como espíritu, y comenta, es un estado de cierta inocencia propia del paganismo.
Tal es el marco en que el teólogo desarrolla su investigación a lo largo de artículos publicados principalmente en la revista Teología y Vida, en Mensaje y en un volumen del Centro Teológico Manuel Larraín.
Reunidos bajo el nombre de Esperanza en la Historia, en un primer capítulo el autor aborda el tema sobre las provocaciones que desencadena la espera en nuestro tiempo. Le sigue otro capítulo sobre el tiempo, la muerte y la experiencia del otro. El tercer capítulo, desarrolla el tema de la comprensión cristiana del tiempo y de la historia, y planteando la relación de la esperanza con los desafíos del mundo llega a un capítulo, el quinto, en que el lector encuentra la respuesta de la fe a las habituales preguntas sobre el fin y consumación de los tiempos, sobre el sentido de la historia y el fin que la lleva a su plenitud y al concepto de la fe en la resurrección.
En estas 284 páginas del libro aparecen términos e ideas que se complementan hasta formar un conjunto sólido y enriquecedor.
Está, desde luego, omnipresente, la esperanza, punto central del mensaje de Jesús, quien establece relación entre el presente y el futuro del Reino, mediante la esperanza. El suyo es un reino que no se construye sobre ruinas, porque el Reino ya está en medio de nosotros.
Según el papa Benedicto XVI, ser cristiano es tener esperanza. Lo que más distingue a los cristianos es que tienen un futuro. La fe atrae al futuro dentro del presente, de modo que el futuro del cristiano no es el puro todavía no, porque el futuro cambia su presente.
Otros términos: venida del Reino, signos de los tiempos, parusía “son esos tiempos fuertes de Dios que conducen al hombre hacia su destino, a través de la misma historia”. La parusía, o segunda venida de Cristo, “trae la novedad que han esperado los siglos, no es sino la plenitud del reino de Dios. Es histórica, pero supera la lógica histórica, es mucho más que cualquiera representación”.
El interrogante común sobre el destino del cuerpo humano, después de la muerte, aparece respondido con ayuda de la Escritura. Así como Jesús resucitó con su propio cuerpo y no volvió a la vida terrena, “este cuerpo humano será transfigurado en cuerpo de gloria. El secreto del cuerpo es tener en gérmen el cuerpo de gloria”.
Las imágenes de la Biblia sobre ese futuro: Vida, Luz, Paz, Banquete, Casa del Padre, Paraíso, Cielo, apenas si transparentan lo inefable, todas evocan una vida plena.
Todas estas citas son parte de los numerosos subrayados que el lector hace en un libro revelador que constituye una respuesta a un mundo con un doloroso déficit de esperanza. VNC
VNC

Actualizado
02/04/2012 | 00:00
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