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Asombro


Esta obra del obispo Francisco Cerro Chaves (Ciudad Nueva, 2009) es recensionada por José María Avendaño Perea.

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Asombro

Autor: Francisco Cerro Chaves

Editorial: Ciudad Nueva

Ciudad: Madrid

Páginas: 110

 

(José María Avendaño Perea) En este verano, cuando el calor hace mella y el cansancio se va transformando en sosiego, cuando hemos entregado lo mejor del tiempo y del existir cotidiano en los duros trabajos por el Evangelio, cuando vivimos con la misión de ser testigos de Jesucristo, con palabras y obras, en la Iglesia y en el mundo, cerca de los hermanos que sufren, Ciudad Nueva nos regala un libro, Asombro, lleno de la Hermosura de Dios.

Francisco Cerro, obispo de Coria-Cáceres, es el autor de esta obra pequeña, pero impregnada y cimentada en la experiencia cristiana de Dios desde la sencillez de cada jornada y el amor de un pastor: “El asombro es siempre apostar por vivir todo lo sencillo. La gente de los pueblos tiene la sabiduría de gozar de todo lo humano y de todo lo que no tiene ‘fecha de caducidad’… Apostar por el asombro de vivir es saber que hay cosas que no se acaban”.

Asombro de vivir, Asombro en un día cualquiera, Asombro del Misterio Trinitario, Asombro para orar y Asombro Eucarístico, son luminosas ventanas que nos descubren la Presencia de Dios en cada situación o realidad humana. Concluye con un entrañable Epílogo que, desde la inspiración en Teresa de Calcuta, nos examina sobre el asombro en nuestra vida.

Con afirmaciones tan claras y explícitas, se nos ensancha el alma: “Dios es Padre asombrosamente cercano. A Dios lo podemos encontrar en todos los acontecimientos de la historia. Allí donde se sufre, donde se busca, donde la vida se hace dura, donde se cierra la esperanza… nos queda Dios… Asombrarse ante Dios, un Dios que nos abre su Corazón, ¡que es Vida!”. “Me asombra Jesús…, saber que ante Jesús nunca me siento juzgado, sino amado…, descubrir que el Amor de Jesús son las alas de mi libertad”. “El Espíritu Santo nos lleva a vivir asombrados en todos los momentos de la vida, cuando descubrimos que el Amor de Dios ha sido un derroche con nosotros”. “La Iglesia nos provoca un maravilloso asombro porque, desde la realidad de una pobreza indudable, de sus pecados que están ahí, ha sabido siempre sacar lo mejor recibido de Cristo y darlo en el camino de la vida a todas las personas”.

Cada hecho de vida se ve abrazado por una plegaria de asombro. Termino esta recomendación con una oración donde se sienten reconocidos los trabajos, en invierno o en verano, de tantos hombres y mujeres, muchos de ellos sin vacaciones: “Señor de la vida, gracias por los hombres y mujeres que luchan por hacer un mundo habitable, porque, aun sin saberlo, han sembrado nuestra tierra de esperanza. Y aunque no lo vieron con sus ojos, creyeron que era posible un mundo distinto. Amén”. Gracias.

En el nº 2.669 de Vida Nueva.

Actualizado
17/07/2009 | 15:07
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