Un libro de Joaquín García Roca (Diálogo) La recensión es de Diego Tolsada
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Título: Cristianismo. Nuevos horizontes, viejas fronteras
Autor: Joaquín García Roca
Editorial: Diálogo
Ciudad: Valencia, 2016
Páginas: 252
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DIEGO TOLSADA | Serían muchas las frases con las que presentar este nuevo libro de Joaquín García Roca. Entre otras, me parece muy sugerente esta: “En donde solo se ven problemas, hay que ver posibilidades” (p. 25).
Estas páginas de Cristianismo. Nuevos horizontes, viejas fronteras están escritas para situar adecuadamente el cristianismo en el mundo de hoy, a la altura de estos tiempos. En este sentido, ninguna novedad, pues han sido muchos los intentos parecidos a lo largo de los últimos decenios. De ahí que la calidad de esos intentos dependa, sobre todo, de la manera concreta de llevarlos a cabo. Y hay que decir que García Roca lo hace bien, muy bien (cosa nada rara en él).
Su gran formación sociológica le permite hacer un análisis profundo de nuestra sociedad (primer bloque). Y ya desde este comienzo, resulta novedoso. Nuestra sociedad ha superado la Modernidad (Prometeo, como figura) con la Posmodernidad (Narciso). Es un diagnóstico sabido. Pero también hemos superado ya la Posmodernidad. Narciso se ha conectado a la Red y eso lo ha modificado profundamente. El cristianismo de hoy tiene que situarse en esta nueva etapa de la sociedad de la comunicación –con todos sus aciertos y errores–, si quiere seguir siendo significativo.
Es una sociedad que ha experimentado profundas mutaciones sociales (entre ellas, la globalización del sufrimiento, la universalización de los medios y la interdependencia mundial), culturales (antiutopía, retorno del sujeto y emergencia de espiritualidades) y políticas (gestión democrática y auge del otro como diferente…).
Presentadas las mutaciones sociales, culturales y políticas, el sacerdote valenciano se centra en el otro polo de la relación. En apretada síntesis, el segundo bloque presenta lo esencial del cristianismo: el movimiento de Jesús de Nazaret como acontecimiento fundante de bienaventuranza y plenitud, pero que se prolonga en una institución que hoy necesita revitalizarse como “Iglesia en salida”, lo que le exige tanto un reforma interna como externa. Hay que subrayar el acierto que supone no separar el acontecimiento de la institución, sino insistir en la necesidad que esta tiene de renovarse.
Condiciones previas
Si hasta aquí el esquema de la propuesta puede ser parecido a otras publicaciones de este corte, es a partir de ahora cuando se hace más novedoso. Podríamos esperar que era el momento de pasar a la acción, a la ética del hacer. Pero García Roca incluye antes un sorprendente y necesario tercer bloque, que insiste en las condiciones previas que una persona de hoy debe asumir para vivir esa propuesta evangélica. Sugerentemente lo titula “Arraigos y horizontes”, y es una preciosa exposición actualizada de la vida teologal (aquello de Rahner de que el cristianismo del siglo XXI sería místico, o simplemente no sería, cosa que no hay que dar por obvia ni por supuesta).
Pero esa dimensión teologal se presenta actualizada como sabiduría del amor (con insistencia en la bondad, la fraternidad y la solidaridad), la fe de los precarios (la fe como confianza, vida comunitaria y su presencia pública y su lucha contra el mal) y las huellas de la esperanza. Esta actitud teologal deja su impronta en la vida personal, en la social y en la política. Y es posible todo ello porque hoy, como siempre, sigue habiendo “yacimientos” de fe, esperanza y amor en nuestro mundo. Solo sobre este cimiento existencial será vivible el ser cristiano hoy.
El cuarto bloque presenta ese ser cristiano como ser humano, auténticamente humano. Así, se van exponiendo las actitudes básicas del creyente ante el humanismo, la ciencia, la laicidad, el sufrimiento, el derecho y, por fin, la justicia y la misericordia. En este apartado cabría destacar –por señalar algo– la convicción del autor de que solo la experiencia humana es la mediación necesaria para una posible revelación divina, o dicho de otro modo, a la revelación le corresponde desvelar el sentido divino de lo humano (pp. 213-214) y no cosas de un trasmundo, muy ajeno ya a la mayoría de nuestros contemporáneos. O las palabras en torno a las experiencias de verdad que hoy tanto necesitamos (pp. 221ss).
Estamos, pues, ante una propuesta muy actual, que hace al cristianismo plausible teóricamente, pues ofrece una explicación significativa, capaz de dar cohesión y coherencia a la vida. Y que en la práctica presenta un camino para seguir luchando por hacer habitable este mundo, porque propone algo, el acontecimiento de Jesús, capaz de humanizar a la persona y a la sociedad. Le hará mucho bien a cada uno, pero también a tantas comunidades y grupos cristianos que buscan buenas cosas para su formación en la fe.
Publicado en el número 3.006 de Vida Nueva. Ver sumario