Una edición dirigida por Fernando Rivas (San Pablo, 2010). La recensión es de Pedro Langa Aguilar, O.S.A.
–
Diccionario de Literatura Patrística
Codirectores: Angelo Di Berardino, Giorgio Fedalto y Manlio Simonetti
Director de la edición española: Fernando Rivas
Editorial: San Pablo
Ciudad: Madrid
Páginas: 1.472
–
PEDRO LANGA AGUILAR O.S.A. | Bienvenido sea el Diccionario de Literatura Patrística al mundo hispanohablante. Un hito más en la ya rica colección de ‘Diccionarios San Pablo’. La tarde de su puesta de largo en Madrid, el 14 de diciembre de 2010, concitó en la sala de conferencias de la Universidad Pontificia Comillas al rector de la Universidad anfitriona, a directores y a decanos de San Justino, Augustinianum y Editorial San Pablo.
Cada uno contando/cantando las glorias de su departamento, v. gr.: Gabino Uríbarri, la añadidura de la bibliografía adicional a cargo de Fernando Rivas, presentador luego de los autores españoles en la obra, destacados después con aire casi corporativista por Patricio Navascués, quien abundó en los fallecidos padre Antonio Orbe y monseñor Eugenio Romero Pose, el profesor Juan José Ayán y la misma Cátedra de Patrística de la Facultad de Teología ‘San Dámaso’.
El director general de la Editorial San Pablo, Juan Antonio Carrera, ilustró diligente la historia de la edición en sí. Y el de la edición original en italiano (Angelo Di Berardino) –expresamente llegado de Roma para aquel acto– se detuvo en los codirectores Giorgio Fedalto, especialista en estudios bizantinos, y Manlio Simonetti, figura internacional de la patrística, para detallar acto seguido matices de la edición italiana: génesis, vicisitudes, colaboradores, reuniones, fijación de criterios y redacción de voces, rematando con cuanto había supuesto esta española.
Datos curisosos
De tales parlamentos salieron a superficie datos curiosos: 160 son las voces que cubren el arco patrístico en Occidente hasta los umbrales de la época carolingia; 79 los colaboradores en total; 50 o más, italianos; 11 españoles. De 79, 30 o más fueron o son profesores del Augustinianum.
Planeó el espíritu de Orbe/Universidad Gregoriana/San Dámaso, a favor siempre de esta edición. Asimismo, para la italiana, quedó claro el fundamental papel del Augustinianum, a quien se debe la idea en sí del Diccionario. De su diferencia con el gran Diccionario Patrístico y de la Antigüedad Cristiana (DPAC) del Augustinianum podría cantar este dato suelto: aquí figura un Leoncio; en el DPAC, 14. La lista de voces fue elegida de modo colegial. Luego se optó por tres: la de nombres fundamentales, la de voces destacables y la de áreas geográficas.
De ahí que se imponga en el lector la consulta del índice. En algunas voces prevalece más bien la historia. En otras, la literatura. Algunas son verdaderos tratados, como Gracia y De libre albedrío (691-757), a cargo de G. Lettieri, que no es teólogo, por cierto. Colaboración, en fin, muy variada. Y de gran riqueza por la integración de voces.
Redactada por especialistas, la obra va dirigida a un público de buen nivel cultural no especializado en la disciplina, a fin de proponer una serie de informaciones que permiten conformar un panorama orgánico de la historia literaria del cristianismo antiguo presentado en los hechos y personas de acusado relieve. Sin descuido de los personajes significativos desde el punto de vista histórico y literario, se ha puesto mayor énfasis en los temas generales.
El Diccionario da especial relieve a tratamientos de carácter regional: Asia, África, Alejandría, Constantinopla, Roma, etc. En temáticas como Trinidad, Cristología, Antropología, priman tratamientos unitarios antes que fraccionamientos tendentes a la pluralidad de voces; incluso aparecen novedades en sintonía con el momento actual, como Inculturación y aculturación, Obras de los padres y transmisión.
Del simple título se ve lógico que esta obra trate asuntos más generales como Literatura exegética, hagiográfica, apologética, y que destaquen voces dedicadas a la Literatura apócrifa y a la Literatura gnóstica, dado el relieve asumido últimamente por tales términos. Igual acontece con otras actualizadas sobre la base de los resultados más recientes, a veces muy innovadores, v. gr. Hipólito, Ireneo u Orígenes.
El traductor no se ha limitado a la mera versión, sino que ha procurado corregir el original italiano cuando el error era evidente y ampliar con traducciones castellanas correspondientes. En cuanto a la principal novedad de esta edición española –bibliografía adicional–, se me hace a veces insuficiente; en Agustín de Hipona (81-82), v. gr., se queda corta. El Diccionario, por otra parte, debió salir con voces omitidas de indudable raíz patrística y ahora de rabiosa actualidad: hoy no es posible despachar un Diccionario como este sin aportar el ecumenismo y el diálogo interreligioso: muchos Padres fueron profundamente ecuménicos, por biografía y por escritos. Los índices (de voces, onomástico y de topónimos) son fundamentales para el provechoso manejo de la obra.
Útil, claro y manejable
He aquí, en definitiva, una utilísima herramienta de trabajo, un Diccionario muy bien editado –mis parabienes a Ediciones San Pablo– que, a su evidente rigor científico, une la claridad y el fácil manejo del usuario, esa primera nota exigida por todo buen estudioso, así como la pasión por los escritores más conocidos del primer milenio cristiano. Consigue, creo, hacer atractiva y actual una disciplina llamada Patrística que el Concilio Vaticano II urgió para los tiempos modernos. Con ella de la mano, es preciso hacer actuales, de hoy, vivísimos, a los Padres de la Iglesia. No siendo así, se quedaría en disciplina muerta y en puro muestrario arqueológico.
En el número 2.751 de Vida Nueva