Una obra de Eduardo de la Hera (San Pablo, 2012). La recensión es de Antonio Gil Moreno.
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El árbol de la Cruz. 150 reflexiones sobre la cruz y el crucificado
Autores: Eduardo de la Hera
Editorial: San Pablo, 2012
Ciudad: Madrid
Páginas: 544
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ANTONIO GIL MORENO | El mundo de hoy, la sociedad de nuestro tiempo, necesita soluciones verdaderas y eficaces para afrontar sus problemas; necesita ventanales de luz para sus profundas oscuridades; necesita saber y comprobar que los caminos son difíciles, muy duros, desafiantes (porque era verdad el verso del poeta: “No hay caminos maravillosos, sino caminantes maravillados”), pero que, allá, en lontananza, se nos abre un horizonte, descubrimos una meta, percibimos un encuentro.
Uno de esos problemas, el más temido quizás, una de esas situaciones ante la que nos echamos a temblar de miedo es el dolor, la enfermedad, la cruz, la crucifixión y la muerte. Constituye la gran pregunta, el inmenso interrogante que cubre la faz de la tierra y que Albert Camus, el filósofo existencialista, condensó admirable y dramáticamente en esta frase: “Los hombres mueren y no son felices”.
¿Acaso el dolor es la barrera última de la vida, la barrera infranqueable, la barrera que todo lo reduce a ceniza y a fracaso? ¿Acaso la cruz elimina la última luz de nuestros anhelos infinitos? El propio Camus, ante el cadáver de un niño arrollado por un camión junto a la playa, se lo planteaba a su acompañante, dirigiendo su dedo acusador a las alturas: “Mira, el cielo no responde”.
Dolor y Gólgota
Eduardo de la Hera, en su libro El árbol de la cruz. 150 reflexiones sobre la cruz y el crucificado, plantea con todo rigor y crudeza la pregunta, y nos ofrece con profundidad teológica, humanística y literaria la respuesta. No tiene desperdicio.
Aborda las cruces de la humanidad, el dolor del género humano, y lo coloca en el Gólgota, en el primer Viernes Santo de la historia, para desgranar la respuesta: “Dios, en la cruz de Cristo, carga con nuestras cruces y sufrimientos. Los lleva entre sus manos de Padre. O sobre sus anchas espaldas de Dios. O los tiene junto a ese corazón en el que todos tenemos cabida y hasta un puesto de excepción. Llegará el día en que cruces y pruebas se transformarán en resurrección y gloria”.
El sacerdote palentino nos plantea primero el paisaje de la cruz y de Cristo crucificado. Y, a continuación, pasa a mostrarnos, en secuencias sonoras, el dolor de Dios; los quejidos del hombre; el porqué de la cruz; las víctimas de la historia negra; los clamorosos gritos de los rebeldes; las cruces solidarias; la cruz en las distintas etapas de la vida; la felicidad de los crucificados y la esperanza de la resurrección.
Cualidades de esta obra, con estructura de hermosas invitaciones para ir escogiendo el tema más acorde con nosotros, con nuestro ánimo, con nuestra situación personal:
- 1. Brevedad y sencillez. Cada capítulo es una postal con aroma a mensaje y con sabor a fruto sabroso.
- 2. Profundidad teológica, al alcance de todos los lectores.
- 3. Conexión con el Evangelio, con los grandes pensadores y con el hombre de la calle.
- 4. Belleza literaria, a raudales.
- 5. Conexiones con la vida real, a través de citas y de ejemplos.
- 6. Sabor a primavera, desde la dureza de inviernos-infiernos.
- 7. Brisa de plegarias encedidas.
- 8. Apuestas de luz y de esperanza para el hombre posmoderno.
- 9. Cátedra de promesas creíbles.
- 10. La vida es bella: antes, en y después de todo.
En el nº 2.795 de Vida Nueva.