Una obra de Juan Rubio Fernández (PPC, 2011). La recensión es de Antonio Gil Moreno.
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Estepa, el cardenal de la catequesis
Autor: Juan Rubio Fernández
Editorial: PPC
Ciudad: Madrid
Páginas: 200
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ANTONIO GIL MORENO | Monseñor José Manuel Estepa Llaurens, el cardenal de la catequesis, arzobispo castrense emérito, acaba de abrirnos su corazón a través de las conversaciones mantenidas con Juan Rubio. No tanto para ofrecernos sus memorias, cuanto para transmitirnos sus latidos, o, lo que es lo mismo, su vida: desde la infancia hasta las penúltimas jornadas de actividad pastoral, pasando por tantas etapas como caminos rebosantes de luces y salpicados de sombras.
Este es uno de esos libros que interesan y enganchan porque, como bien subraya su autor material, no es un libro de memorias al uso, ni tampoco una biografía total: “Se trata de unas memorias biografiadas en las que el protagonista va tamizando en su corazón el tiempo pasado”.
¿Cuál es la peculiaridad de esta obra, tan sencilla como profunda y, a la par, tan aleccionadora y conmovedora? La de haber enmarcado los pasos de un niño, de un joven, de un seminarista, de un sacerdote, de un obispo y de un cardenal en cada momento histórico, ofreciéndonos no solo lo que el personaje de las memorias ha hecho o ha dejado de hacer, sino algo mucho más importante: el hilo conductor de cada acción, el argumento central de una vida, los paisajes –unas veces hermosos y rutilantes, pero, en otras muchas ocasiones, dramáticos, desolados y sombríos– que fue viviendo, habitando, construyendo cada año, cada jornada, en las principales etapas de su existencia.
Ahí está y reside la verdadera clave de este libro: en presentarnos una vida orquestada literariamente, no como perteneciente al género histórico sin más, sino como un puñado de ilusiones, de proyectos, de quehaceres, entrelazados armónicamente –providencialmente– y desarrollados a lo largo de toda una vida rebosante de frutos.
Se nos dicen muchas cosas de monseñor Estepa, y él mismo nos revela muchas claves históricas en su singladura, pero todas convergen en lo que monseñor Javier Salinas, obispo de Tortosa, proclama en el propio prólogo de la obra: “Don José Manuel es hombre de Iglesia. Siempre ha insistido en que la comunidad eclesial es el horizonte en el que situar todo su quehacer pastoral”.
¿Qué es lo más interesante que nos ofrecen estas páginas de memorias y recuerdos de un obispo que ha vivido etapas históricas tan decisivas en la Iglesia española? Sobre todo, su presencia cercana, ya que da la impresión de que está a nuestro lado; unas palabras con aire de susurro, testimoniales, convincentes; y el leitmotiv de la presencia de Dios en nuestras vidas.
El último capítulo está dedicado a la catequesis, un eje transversal en el ministerio de monseñor Estepa y por el que se gana con todo merecimiento el título de “el cardenal de la catequesis”, incluyendo su participación en la redacción del Catecismo de la Iglesia Católica y sus contactos con el entonces cardenal Ratzinger.
Finaliza la obra con un apéndice obligado: las homilías de Benedicto XVI durante el consistorio en el que monseñor Estepa fue creado cardenal de la Iglesia.
Estas memorias de monseñor Estepa, por tanto, hay que inscribirlas no en el ámbito de los recuerdos, sino en el de las enseñanzas vivas y directas de lo que significa vivir el cristianismo desde el protagonismo de los cargos pastorales, convertido en servicio a la Iglesia y a los hermanos.
Y una palabra final sobre la labor de Juan Rubio, autor de la obra. El planteamiento que hace es nítido: cuadro escénico, personajes del momento y palabras de monseñor Estepa, en tipo distinto de letra. Ha trabajado el material, lo ha diseccionado y ordenado con especial cuidado, y nos lo sirve a punto en la hermosa bandeja de un libro que nos hace recordar, valorar, añorar, soñar y, sobre todo, aprender a llenar nuestras vidas de luz y de esperanza.
En el nº 2.778 de Vida Nueva.