Una obra de Walter Kasper (Sal Terrae). La recensión es de Diego Tolsada
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Título: El papa Francisco. Revolución de la ternura y el amor
Autor: Walter Kasper
Editorial: Sal Terrae
Ciudad: Santander, 2015
Páginas: 136
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DIEGO TOLSADA | Un pequeño gran libro, muy conveniente, incluso necesario. Las librerías religiosas están llenas de títulos sobre el papa Francisco. Se ha convertido en un fenómeno mediático, que cada día nos sorprende con palabras y gestos nuevos, cargados de sentido.
Por otro lado, es sabido que una de las líneas de ataque a su persona ha sido insistir en que, tras la solidez doctrinal de Juan Pablo II y Benedicto XVI, no tenía un pensamiento suficientemente estructurado, que era más un catequista que un papa, etc., etc.
Hay que distinguir, pues, entre tanta hojarasca lo que merece la pena. Y estas páginas la merecen en alto grado. Ya el subtítulo nos pone en la pista del contenido: desvelar las Raíces teológicas y propuestas pastorales de Francisco.
Walter Kasper indica que este volumen es el fruto de diversas conferencias ofrecidas hasta 2014, pero ha conseguido una obra muy trabada. Además, para evitar “inventarse” un Francisco a su gusto, el cardenal alemán sigue muy de cerca los discursos, homilías e intervenciones del Papa, unidas por una lógica interna que la variedad de estilos literarios y la espontaneidad papal pueden ocultar. Kasper es Kasper: su poderosa cabeza nos presenta una síntesis muy articulada del pensamiento de Francisco, síntesis en que la anécdota, tan tentadora dada la personalidad del Papa, se eleva a categoría, descubriendo el hilo rojo que la une y le da coherencia.
Los dos primeros capítulos son introductorios: el Papa de las sorpresas y unas palabras sobre la polémica sobre si hay continuidad, ruptura o reforma en los pontificados últimos con el Concilio. Kasper ha encontrado la metáfora del rescoldo, que le permite acentuar la novedad de Francisco, sin dejar de hablar de una herencia recibida. Ni todo nuevo ni todo viejo. Las diferencias vendrían, sobre todo, en el estilo, el enfoque metodológico y los acentos, más que en la doctrina.
Por eso sorprende que Kasper reconozca explícitamente la existencia de una seria crisis eclesial en los últimos ocho años, la crisis de una Iglesia referida a sí misma y sin impulso misionero, con una afirmación tajante: “Francisco fue elegido papa para sacar a la Iglesia de la crisis” (p. 75). Un tercer capítulo se dedica a señalar las raíces argentinas (entre ellas, las del krausismo) y europeas de la teología de Francisco. Otros factores decisivos son la influencia del Vaticano II cuando habla de la Iglesia como Pueblo de Dios, el talante personal del Papa, hombre del encuentro y de la praxis, y la oración.
Grandes intuiciones
Elaborado el marco, el autor desgrana las grandes intuiciones teológicas y pastorales, sin que se pueda establecer una neta raya de separación entre ambas. ¿Qué sería una teología sin dimensión pastoral o una pastoral sin trastienda teológica? Una primera intuición es que el Evangelio es la raíz de todo; y el Evangelio no tanto como código moral, sino como fundamento y fuente de alegría, como buena nueva que permite la realización plena de la vida.
Y junto a la alegría, tema de su primera exhortación apostólica, la misericordia, argumento central del primer año jubilar que convoca. Y aquí estamos ante otra de las piezas claves del papado de Francisco. En una portentosa página (p. 58), se nos dice que la misericordia “es el atributo fundamental de Dios y la mayor de todas las virtudes”. Por eso debe constituirse en principio hermenéutico de la doctrina y de los mandamientos para entenderlos y realizarlos adecuadamente.
La adopción de la misericordia como principio hermenéutico supone nada menos que un cambio de paradigma: incorpora el ver, juzgar y actuar, comenzando inductivamente, y solo después introduce los criterios teológicos. Es la rehabilitación, sin alharacas, del ya clásico método de la Teología de la liberación y, si –como alguien ha dicho– hemos asistido durante mucho tiempo a “una eclesialización del cristianismo”, tal vez ha llegado el momento de trabajar por “una cristianización de la Iglesia”.
Estos son los dos pilares de la propuesta del Papa: la alegría de seguir a Jesús y la misericordia. Como colofón, un nuevo capítulo vuelve sobre la eclesiología del Pueblo de Dios, en el que la influencia de la experiencia eclesial latinoamericana es patente. Estos tres capítulos (nn. 4, 5 y 6 del libro) son el núcleo de la obra y del proyecto de Francisco según Kasper.
Desde aquí se despliegan algunos temas más concretos y urgentes: las perspectivas de la necesaria renovación eclesial, que van muy a fondo, destacando la repercusión que puede tener para las relaciones intraeclesiales que Francisco se considere ante todo como obispo de Roma; las tareas en el campo del ecumenismo y del diálogo interreligioso, y, de modo muy especial –hasta el punto de dedicarle dos capítulos–, el reto de la pobreza que está exigiendo una “Iglesia pobre para los pobres”. Kasper cierra este elenco de temas tratados con un capítulo especial dedicado a la vieja Europa y sus ideales. Se trata, pues, de un libro clarificador, que ayuda muy eficazmente al lector, creyente o no, a saber por dónde van los tiros de este novedoso y esperanzador pontificado.
Si hubiera que destacar alguna sombra, sería un excesivo irenismo, que hace que abunden los “noes”: Francisco no es revolucionario, no es revolucionario ni en lo doctrinal ni en lo moral, ni progre ni conservador, no se apunta a la lucha de clases, no hay ruptura… Se corre el riesgo de que no sea nada, cuando es mucho; de que se suavice excesivamente la novedad de la propuesta.
Aun así, hay que leerlo; y leerlo todos, pero especialmente –me atrevería a decir– los que han recibido el encargo de dirigir las comunidades, porque claro y nítido es.
En el nº 2.959 de Vida Nueva