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‘Este es el tiempo de la misericordia’


Una obra de Manuel Sánchez Monge (Sal Terrae) La recensión es de Rafael Vázquez Jiménez

Este es el tiempo de la misericordia, libro de Manuel Sánchez Monge, Sal Terrae

Título: Este es el tiempo de la misericordia

Autor: Manuel Sánchez Monge

Editorial: Sal Terrae

Ciudad: Santander, 2016

Páginas: 304

RAFAEL VÁZQUEZ JIMÉNEZ | Aunque este libro del obispo de Santander, Manuel Sánchez Monge, se publica dentro de la colección Presencia Teológica de la editorial Sal Terrae, no vamos a encontrar una obra teológica especulativa ni meramente académica realizada desde la mesa del despacho. Es el corazón del pastor el que habla, ofreciendo sus reflexiones sobre los distintos aspectos de la misericordia con un estilo directo, de hondo calado espiritual y pastoral, tratando de acercar la alta teología a la vida del creyente.

Destaca en cada capítulo el añadido –a modo de anexo– de textos de la Escritura, de los Santos Padres o incluso oraciones, que nos ayudan a profundizar en clave espiritual en el tema, de modo que el lector pueda hacer el trasvase de las ideas de la razón al corazón.

A lo largo de doce capítulos, el prelado realiza un recorrido por la historia de la salvación y la vida de la Iglesia actual desde la clave interpretativa de la misericordia. Si en el Antiguo Testamento Dios se ha dado a conocer como el compasivo y misericordioso (cap. 1), la revelación del rostro del Padre llega a su plenitud en Jesucristo, quien a través de sus gestos (cap. 2) y de sus palabras (cap. 3) nos ha mostrado la gratuidad de la misericordia divina. Será la misericordia la “viga” que sostenga la vida de la Iglesia (cap. 4), siendo esta su ley fundamental, sobrepasando al Código de Derecho Canónico y cualquier tipo de legalismo eclesial que nos descentre de la que es su prima radix (p. 108): la misericordia.

A partir del capítulo dedicado a la Iglesia, el autor aplica la misericordia a distintos campos de la acción eclesial. Los cristianos y sacerdotes se definen como testigos de la misericordia (cap. 5), tomando como modelo la parábola del buen samaritano, que se acerca a la cuneta para levantar a los heridos y cuidar de los que sufren. El testigo no es un “sedentario” que espera, sino un nómada que busca practicar la justicia y la misericordia (cap. 6) en las distintas realidades sangrantes de nuestro mundo: la convivencia social, los pobres y excluidos, los enfermos, la política, la economía (cap. 7) y, especialmente, la familia (cap. 8), donde se necesita una pastoral renovada “capaz de acoger a las personas con sus heridas” (p. 186).

Sánchez Monge se muestra muy realista con la situaciones actuales de divorcios, hijos objeto de la disputa entre sus padres, mujeres discriminadas, niños que nacen fuera del matrimonio, etc. Y, aunque por cuestión de fechas no hay referencia a la exhortación apostólica Amoris laetitia, sí que se nos ofrece un criterio válido para toda situación, de la exhortación Evangelii gaudium: “La Iglesia no es una aduana: es la casa paterna donde hay lugar para cada uno con su vida a cuestas” (EG 47).

En todo momento, el talante del testigo de la misericordia ha de ser el de la acogida, el diálogo y el respeto, la humildad, la paciencia, la escucha y la confianza (cap. 9). De otra manera, las obras de misericordia –tanto corporales como espirituales– (cap. 10) no serían más que una farsa o un mero cumplimiento carente de espíritu.

Dos iconos

En los últimos capítulos se nos ofrecen dos iconos de la misericordia: el Corazón de Jesús (cap. 11) y María, Reina y Madre de Misericordia (cap. 12). En el primero se manifiesta la universalidad del amor de Dios, que se extiende incluso hacia los enemigos. Se trata de “un mensaje, una profecía y una iluminación” (p. 245) para los hombres de nuestro tiempo: nos muestra a un Dios con corazón. El segundo icono nos presenta a la mujer arquetipo de la misericordia humana, es decir, hasta dónde es capaz de amar el corazón del ser humano que se ha sentido tocado por la misericordia divina.

Como crítica a la obra, se podría decir que resulta reiterativa en algunos temas, como la relación entre la justicia y la misericordia, tocado en varios capítulos. Incluso aparecen algunas citas repetidas y otras demasiado extensas, tomadas de discursos de los papas. Y, a nuestro parecer, sobra el anexo de la bula Misericordiae vultus (2015), pues, aunque es un texto de referencia, no se trata de un comentario al mismo.

El título (Este es el tiempo de la misericordia), que bien podría haber sido escogido para celebrar el Año Jubilar de la Misericordia, indicará a quien lo lea en cualquier ocasión que siempre es tiempo de la misericordia, que el tiempo de la Iglesia ha de ser siempre tiempo de misericordia. Por eso esta obra no pasará de moda, porque la Iglesia tendrá que confrontarse ahora y siempre con la misericordia, fundamento y criterio de autenticidad de todo su ser y hacer en el mundo.

Publicado en el número 3.012 de Vida Nueva. Ver sumario

Actualizado
18/11/2016 | 00:10
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