Un libro de Santiago Madrigal (Sal Terrae, 2008). La recensión es de Alfonso Novo.
Iglesia es Caritas. La eclesiología teológica de Joseph Ratzinger-Benedicto XVI
Autor: Santiago Madrigal
Editorial: Sal Terrae
Ciudad: Santander
Páginas: 512
(Alfonso Novo) El siglo XX ha sido calificado como el siglo de la Iglesia. Si en 1921 Romano Guardini constataba el despertar de la Iglesia en las almas, ella estuvo en el centro de gran parte de las reflexiones del Concilio Vaticano II. La teología, por su parte, empezaba a tratar en serio (aunque había habido pioneros en la centuria anterior) acerca de la Iglesia, no ya para justificar apologéticamente su existencia y su legitimidad, ni para discutir desde un punto de vista casi exclusivamente jurídico sus instituciones, sino como objeto propio de la reflexión teológica. Parafraseando a Guardini, podríamos decir que la Iglesia empezaba a despertar en la teología.
Una de las figuras señeras en la elaboración de una eclesiología basada en la Escritura y en la tradición patrística fue indiscutiblemente Joseph Ratzinger. Su pensamiento al respecto es digno de estudio por sí mismo, pero las circunstancias de su vida eclesial lo vuelven aún más interesante. En primer lugar, por el neoconservadurismo del que fue (y es) acusado, imputación tanto más grave cuanto que sería resultado de una presunta conversión desde posturas más abiertas. En segundo lugar, siendo como es el Papa actual, su condición de teólogo no puede separarse artificialmente de su magisterio, por lo que es legítimo escudriñar en sus documentos pontificios cuáles son sus presupuestos eclesiológicos.
Dios, razón de ser
Santiago Madrigal recoge el reto de analizar la supuesta evolución (alguno diría involución) del pensamiento de Ratzinger, algo que ya se ha hecho en otros campos, pero insuficientemente en lo que respecta a la eclesiología. Es importante reseñar que la aparente redundancia del subtítulo (“eclesiología teológica”) no es tal. Hace referencia a la convicción tantas veces manifestada por Ratzinger de que la Iglesia tiene su razón de ser no en sí misma, sino en Dios.
Este estudio se estructura en dos grandes secciones. La primera aborda los principales temas eclesiológicos al hilo de unos apuntes inéditos de 1965, aunque con constantes citas de varias publicaciones de Ratzinger sobre eclesiología. La segunda sección sigue el mismo esquema, pero ahora a la luz de los escritos posteriores, correspondientes sobre todo a su período episcopal. Cada una de las dos secciones está introducida por un perfil biográfico en el que se analizan también sus influencias teológicas.
Ambas secciones siguen un mismo esquema, en torno a tres grandes cuestiones: el origen de la Iglesia a la luz del Nuevo Testamento, su naturaleza y sus estructuras. De este modo, el libro admite una doble lectura: una lineal, siguiendo la estructura cronológica propuesta por Madrigal, y otra temática, enlazando cada capítulo de la primera sección con el correspondiente de la segunda, como también sugiere el propio autor. Emerge de todo ello una particular insistencia en ciertos aspectos, como es el concepto de comunión, integrado dentro de una visión cristológica que se condensa en la fórmula paulina de “cuerpo de Cristo”, en un sentido que va más allá de lo orgánico para ser leído en perspectiva eucarística. A la alternativa tantas veces planteada entre los dos modelos bíblicos de “pueblo de Dios” y “cuerpo de Cristo”, la respuesta de Ratzinger es “pueblo de Dios por el cuerpo de Cristo. El ser pueblo de Dios lo tiene en común con el pueblo de la antigua alianza; el serlo en el cuerpo de Cristo es, como si dijéramos, su differentia specifica como pueblo nuevo; designa su manera peculiar de existir y de ser uno”.
De la lectura cronológica de la eclesiología del Papa actual resulta una continuidad, pero con nuevos acentos. Aparte del lógico cambio de perspectiva a que obliga el pasar de teólogo docente a prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe (y, posteriormente, a papa), el joven Ratzinger enfatiza la pluralidad de las Iglesias locales, la colegialidad y la sinodalidad, mientras que luego el acento recae sobre la unidad, la universalidad y el primado. Este desplazamiento en los intereses podría deberse, con todo, a una coherencia de base, en la que ambos aspectos, pluralidad y unidad, son igualmente necesarios. Si hace medio siglo era urgente insistir en la descentralización de la Iglesia, en el período posconciliar se corría el riesgo de fragmentar la unidad. Contra cualquier revolución en la teología, Ratzinger adopta lo que Madrigal llama una “hermenéutica de la reforma”, de la continuidad sin ruptura.
Recapitulación final
La recapitulación final ofrece las claves para el título del libro. Se trata de leer eclesiológicamente la primera encíclica del papa Benedicto XVI: Deus caritas est. La caridad de la Iglesia manifiesta el amor trinitario, del cual brota la creación y la historia de la salvación hasta llegar a su máxima representación en el corazón traspasado de Cristo. El verdadero sentido teológico de la Iglesia se realiza si ella misma es caritas, esto es, manifestación del amor trinitario.
El libro de Madrigal no sólo es interesante para la reconstrucción de la eclesiología de Ratzinger, sino que puede ser leído también, en cierta medida, como un manual de eclesiología, ya que se estudian en él de forma sistemática los argumentos clave para una teología de la Iglesia: la relación entre el Reino de Dios escatológico y la Iglesia; su origen en la figura de Jesús; los conceptos neotestamentarios de pueblo de Dios y cuerpo de Cristo, así como la íntima vinculación entre ambos; la transición desde el paradigma patrístico de la comunión al modelo medieval de cuerpo cristiano; la naturaleza de la Iglesia, tanto desde la cristología como desde la pneumatología; la unidad y la misión de la Iglesia; el ministerio y el primado. Cada uno de estos temas, muchos de ellos abordados en un doble enfoque, en las respectivas secciones del libro, es analizado con detalle y precisión, haciendo de este libro una obra altamente recomendable, tanto para el conocimiento del pensamiento de quien actualmente ocupa la sede romana como para una perspectiva bastante completa de los principales puntos que toda eclesiología debe tratar.
En el nº 2.667 de Vida Nueva.