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La búsqueda del Dios vivo


Un libro de Elisabeth A. Johnson (Sal Terrae, 2008), recensionado por Ángel Cordovilla.

Libro Busqueda Del Dios Viv

 

La búsqueda del Dios vivo. Trazar las fronteras de la teología de Dios 

Autor: Elisabeth A. Johnson

Editorial: Sal Terrae

Ciudad: Santander

Páginas: 296

 

(Ángel Cordovilla) Vuelve Dios, ¿esperanza o amenaza? Así rezaba la propaganda de un libro de un filósofo español sobre cuestiones teológicas publicado el año pasado. Efectivamente, podemos decir que Dios ha vuelto. Él ha regresado a la conciencia del hombre contemporáneo. Aunque más bien es el hombre quien, sintiendo su nostalgia, vuelve a buscar su rostro e invocar su presencia. La teología actual está dando testimonio de esta vuelta e intenta trazar los criterios para juzgar la validez o no de las nuevas imágenes surgidas de este nuevo desvelamiento, para que Dios sea percibido como el fundamento de la esperanza, y no como una nueva amenaza para la vida del hombre.

La teóloga Elisabeth A. Johnson ha querido dejar constancia de esta búsqueda, trazando las fronteras de la teología de Dios. En este sentido, la autora acierta plenamente en el objeto tratado en su libro. En él presenta de forma divulgativa las ideas acerca de Dios que han ido surgiendo en la teología a lo largo de la segunda mitad del siglo XX hasta hoy: la teología trascendental de Rahner, que propone comprender a Dios como Misterio de la gracia: siempre mayor y más cercano; la teología política de Moltmann, que habla de Dios como el Dios crucificado de la compasión; el Dios liberador de la vida, que ha subrayado especialmente la teología de la liberación; la recuperación del lado femenino de Dios, que ha provocado el surgimiento de la teología feminista (Dios en femenino); el Dios que rompe las cadenas de la teología negra; la compañía del Dios de la fiesta, de la teología hispana; el generoso Dios de las religiones, de la teología interreligiosa; el Espíritu creador en un mundo en evolución, de la teología ecológica en diálogo con la ciencia; y, finalmente, la teología trinitaria (el Dios vivo del amor). Hace esta presentación poniendo de relieve el contexto en el que surgieron esas teologías, las ideas directrices de cada corriente respecto a su imagen de Dios y el desafío que comporta para la vida cristiana.

Presentar aquí las ideas principales de cada capítulo es tarea imposible. Por esta razón, me referiré a los tres principios desde los que creo que está realizado este libro. En primer lugar, desde la idea hoy muy extendida en la teología de la incomprensibilidad de Dios, subrayando lo que se denomina como teología apofática o negativa. Dios es un misterio siempre mayor que toda idea o categoría que utilicemos para hablar de Él. Por eso, en segundo lugar, cada generación tiene que estar siempre en búsqueda del Dios vivo. Dios es realidad viva y dinámica que impide que pueda ser encasillado fácilmente en nuestros conceptos humanos, siempre limitados. Finalmente, en tercer lugar, cada contexto histórico y cultural es propicio para encontrar y percibir aspectos del misterio de Dios que no habían sido suficientemente destacados. En este sentido, sintetizando mucho, podemos decir que este libro es un ejercicio concreto de teología contextual en la línea de Robert Schreiter (Constructing Local Theologies, Maryknoll 1985), aplicada a la doctrina sobre Dios en las teologías del siglo XX, según la síntesis y presentación que se ofrece en el libro de Gregory Baum (ed.), The Twentieth Century: A Theological Overview, Maryknoll 1999. 

Lugares comunes

Para quien se acerque a estos temas por primera vez, éste puede ser un libro útil. Le proporcionará una visión ágil de la historia de la teología del siglo XX desde un tema concreto y actual, en ocasiones con intuiciones muy sugerentes. Pero dejará muy insatisfecho al lector que conozca más a fondo la historia de esta teología y los temas que se concitan en la compleja cuestión de la doctrina sobre Dios. Tanto por los tópicos o lugares comunes que se encuentran al hablar de ciertos temas (por ejemplo, el teísmo moderno), que habría que tratar con más profundidad, como por la razón de que la autora no entra a un asunto decisivo. 

Hay una cuestión central que no está suficientemente resuelta en el libro. ¿Hay algún criterio objetivo para juzgar las diferentes imágenes e ideas de Dios que van surgiendo en los diversos contextos históricos y culturales? ¿Es el Dios trinitario presentado en el capítulo final? La cuestión no es sólo salir a la búsqueda del Dios vivo, sino explicar cómo el cristiano, volviéndose de los ídolos, ha pasado a servir al Dios vivo y verdadero (1 Ts 1, 9b). Es decir, que en el camino a través del cual buscamos al Dios vivo, es inexorable plantearse explícitamente la cuestión de su verdad, la verdad de esos caminos que pueden conducirnos o extraviarnos respecto a la meta. Y este libro, en mi opinión, no afronta suficientemente esta cuestión. Da la impresión de que todo contexto e idea de Dios nacida de ese contexto es puesta en el mismo plano. Quizá porque no se aclaran previamente la legitimidad y los límites de la teología contextual. La analogía católica no sólo se entiende en el movimiento del hombre hacia Dios, sino que está fundada en el movimiento de Dios hacia el hombre. 

Para subrayar el carácter incomprensible de Dios y la limitación de todo lenguaje humano, se recuerda que todo lenguaje es analógico. Pero esta afirmación, siendo cierta, hay que matizarla. Pues no todo lenguaje humano que se refiere a Dios puede ser juzgado de la misma manera. Dios ha hablado en palabra humana en su Hijo, y en él la palabra humana se ha cargado de densidad y sentido para hablar bien de Dios. Cristo, como el Hijo encarnado, es la verdadera imagen de Dios que actúa como criterio de verdad sobre todo concepto que podamos decir sobre Él. La incomprensibilidad del misterio de Dios no está referida a un “vacío” que no se puede llenar o a una nebulosa que sólo se puede percibir con dificultad, sino más bien a su encarnación y a su revelación plena en el misterio pascual. El apofatismo de la teología cristiana se refiere a la incomprensibilidad del amor de Dios manifestado en Cristo Jesús (cfr. Ef 3, 19). Efectivamente, hay que seguir buscando al Dios vivo y verdadero, una vez que Él nos ha encontrado con anterioridad en su Hijo y se nos ha dado sin medida en su Espíritu.

En el nº 2.639 de Vida Nueva.

Actualizado
05/12/2008 | 11:02
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