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La columna y el fundamento de la verdad


Un libro de Pável Florenski (Sígueme, 2011). La recensión es de Jorge Zazo Rodríguez.

Columna Fundamento Verdad



La columna y el fundamento de la verdad

Autor: Pável Florenski

Editorial: Sígueme

Ciudad: Salamanca

Páginas: 704



JORGE ZAZO RODRÍGUEZ | Hay libros tan prescindibles que, apenas salidos de la imprenta, se ven sepultados en el olvido de las bibliotecas; y otros tan importantes que, leídos un siglo después de su publicación, mantienen toda su frescura y novedad. Entre estos últimos, se cuenta La columna y el fundamento de la verdad, del sacerdote ruso Pável Florenski, una de las obras más significativas de un teólogo a quien Juan Pablo II propuso como ejemplo de búsqueda filosófica en confrontación con los datos de la fe.

En el subtítulo se indica que estamos ante una teodicea. Erraría, sin embargo, quien pretendiera encontrar una propuesta que justifique la existencia de Dios ante el problema del mal. Se trata de legitimar el acceso humano a la Verdad, cosa imposible desde los usuales métodos intuitivo o discursivo. El lector avisado reconocerá aquí algo de lo apuntado luego por Guardini y otros autores, que ponen el fundamento de una “postmodernidad cristiana”.

La genialidad de Florenski no consiste solo en evidenciar ese dato, sino en ofrecer una vía de solución partiendo de la experiencia cristiana. Lo cual nada tiene que ver con el subjetivismo, y sí con la participación sacramental en la vida divina.

Se trata del conocimiento de Dios, no principalmente intelectual, sino personal –no expresable en categorías estrictamente lógicas, sino relacionales–, que nos revela poseídos por la Verdad y nos otorga la clave de acceso a ella: el dogma trinitario y el homoousios cristológico, principios necesarios para la integración armónica de los contrarios epistémicos. El autor evidencia que si el cristianismo quiere dialogar con nuestra época debe hacerlo recuperando los dogmas que le son más propios: Trinidad y Encarnación.

Con esto se tocan temas que afectan a la teología fundamental. Quizá radique aquí la principal aportación del libro. Merece la pena destacar la insistencia cristiana en que el Dios trascendente es el Dios conocido. No mantener esta afirmación sería minusvalorar la revelación. Además, es muy interesante la escala propuesta para el acceso a la fe: credo quia absurdum, credo ut intelligam, y solo así se accede a la fe como adoración.

Claro, el libro tiene achaques propios de su edad. Sería anacrónico buscar en él un diálogo con ideas filosóficas o teológicas posteriores. La imagen del catolicismo que tiene ante sí es la de la neoescolástica más rancia, hoy felizmente superada. Hay propuestas discutibles y hubiese sido deseable una visión del misterio cristológico que abarcara más decididamente no solo la Encarnación, sino también la Muerte y Resurrección. Pero nada de esto ensombrece los méritos de esta obra admirable.

En el nº 2.775 de Vida Nueva.

Actualizado
04/11/2011 | 12:45
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