Un libro de Bernardo Pérez Andreo (PPC). La recensión es de José Ignacio Calleja
–
Título: La corrupción no se perdona. El pecado estructural en la Iglesia y en el mundo
Autor: Bernardo Pérez Andreo
Editorial: PPC
Ciudad: Madrid, 2016
Páginas: 155
–
JOSÉ IGNACIO CALLEJA | El profesor Bernardo Pérez Andreo se ha hecho presente en los últimos años en el discurso social de la teología con destacada radicalidad crítica. Y eso mismo hace en esta obra, prologada por otro insigne de la teología bíblica y social, expuesta sin anestesia. La corrupción en sí no se perdona –sintetiza Pikaza sobre el autor–, porque es un pecado estructural y está ligado a un sistema injusto, que la Biblia llama satánico. Las personas corruptas pueden ser perdonadas cuando cambian de mentalidad y de conducta, pero nunca la corrupción en sí, porque es intrínsecamente mala: una estructura demoníaca.
Y eso es lo que sucede en el actual sistema capitalista neoliberal globalizado, que no solo se trata de que haya personas corruptas, sino de que el propio sistema es corrupto y corrompe todas las libertades de las personas y la dignidad de los pobres. La Iglesia, desde finales del siglo II, en cuanto vino a constituirse en una institución de poder, entró en la misma lógica de corrupción estructural. Es la mundanidad espiritual que la acomoda a la lógica del mundo y la impele al clericalismo que nos pierde.
Con este inicio, el profesor Andreo plantea, primero, qué piensa la Escritura sobre la corrupción; en un segundo capítulo, aborda la corrupción como problema estructural de nuestro sistema capitalista neoliberal y globalizado, y su lectura en clave de idolatría e injusticia: la corrupción más injusta, estructural y total como modo de vida universal; en el tercero, se aproxima a la corrupción en España como un caso peculiar; y, en el cuarto, analiza la corrupción en la Iglesia y el papel de la Iglesia contra la corrupción. ¿Cómo? Pactando con el poder para así ser poderosa; haciéndose mundo, hasta reproducir la misma corrupción sistémica y estructural; después, la simonía y la pederastia, hijas de una moral sexual depravada y, como la mundanidad espiritual, religadas sin duda al clericalismo; y por fin, la lucha de la Iglesia de Francisco contra la corrupción en el mundo y en la Iglesia; la corrupción, ruina de la conciencia de la persona (no tiene conciencia de pecado) y de la vida en común (ley “natural” del sistema).
Cierra el libro una conclusión-resumen, donde el autor ofrece una lograda síntesis de lo que precede y un apunte del servicio que presta la teología a la nueva lógica del don, la gracia y el amor. Nueva lógica “con la que puede superarse la corrupción moral que atenaza a la sociedad global posmoderna neoliberal… pues solo una lógica inversa [a la del lucro y la codicia a toda costa] puede salvarnos” (p 147).
Ya he dicho que Pérez Andreo dice las cosas sin anestesia. Es claro, escribe con gusto, resume y divulga con acierto tesis sociales complejas. Así, el libro es una lectura que merece la pena. Un presupuesto para leerlo: el gusto por ser cuestionados a fondo.
¿Alguna reserva? Pienso que la lectura de la realidad social no es tan unívoca en los científicos sociales como parece en su obra, y que la alternativa final que sugiere carece de cuerpo político mínimo. En el siguiente libro.
Publicado en el número 3.030 de Vida Nueva. Ver sumario