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La fe, Dios y Jesucristo. Una propuesta teológica


Una obra de Manuel Reus, SJ (coord.)(PPC, 2011). La recensión es de Eloy Bueno de la Fuente.

La fe, Dios y Jesucristo, Manuel Reus, PPC

La fe, Dios y Jesucristo. Una propuesta teológica

Coordinador: Manuel Reus, SJ

Editorial: PPC, 2011

Ciudad: Madrid

Páginas: 144

ELOY BUENO DE LA FUENTE | Este libro, La fe, Dios y Jesucristo. Una propuesta teológica, es parte de un proyecto de investigación más amplio dedicado a un tema actual y de grandes pretensiones: ¿Todavía la fe cristiana? La reconstrucción del creer.

Sus autores son profesores de la Universidad de Deusto: J. Arregi, L. Uriarte, F. J. Vitoria, M. Reus. El título original de la sección recogida en este volumen refleja con claridad su objetivo: Reformulaciones, que propone una (re)comprensión de tres temas clave del misterio cristiano y que han pasado a formar el título actual: La fe, Dios y Jesucristo.

La motivación y el método son dignos de reconocimiento y de alabanza. Afrontan una necesidad y un desafío que es compartido por buena parte de los teólogos españoles actuales. Pero lo han realizado por una vía que no es habitual: diálogo abierto y en debate plural, que ha conseguido desembocar en un texto consensuado y compartido. Desde esta perspectiva, ofrecen un modelo que debería ser repetido.

El estímulo de la reflexión y del proyecto ha sido el cambio de paradigma que ha alterado la experiencia de fe y la existencia eclesial. Consideran los autores que la crisis es de tal magnitud que resulta insuficiente una mera adaptación de lenguaje (o un cambio institucional). Por eso, se plantea la tarea de reconstruir el creer.

La expresión, sugerente y tal vez necesaria, encierra unas pretensiones tales que lleva a los autores a reconocer que asumen el riesgo del esbozo y del tanteo. Lo que debe ser reconstruido es tanto la subjetividad del creyente como el contenido creído, para lo cual se recurre –no puede ser de otro modo– a la experiencia original del cristianismo.

La exacta articulación de estas tres coordenadas suscita algunos interrogantes, de los que destacaremos dos como conclusión de este comentario. El intento loable de los autores aspira a mostrar que el cambio de paradigma deja espacio para que se pueda creer, hablar de Dios y confesar a Jesucristo.

La fe, sometida a un acelerado proceso de erosión y de decadencia por el contexto socio-cultural, solo resulta viable si se reconstruye la persona creyente, el sujeto que protagoniza el acto de creer.

Dadas las contingencias y carencias del sujeto contemporáneo (como lo indican las ciencias sociales y culturales), y para evitar el rechazo que suscita una fe reducida a ideología o moralismo, hay que mostrar los aspectos que convierten la fe en factor de personalización: la vivencia del Misterio que, como acto gratuito y libre, se desvela haciendo posible una vida en libertad, como proceso de liberación; desde estos presupuestos, se pueden crear mediaciones significativas, abrir el espacio para fórmulas plurales de ser cristiano y evitar el peligro de usar la verdad en actitud absolutista como arma arrojadiza.

Imagen renovada

La fe así entendida permite hablar de Dios en este contexto cultural. Más aún: hablar de Dios puede encontrar hoy una oportunidad favorable si se ofrece una imagen renovada del Dios cristiano, que no es un ser lejano o indiferente a la realidad humana y tampoco un obstáculo para que se desarrollen las posibilidades humanas.

Este Dios no es “explicación”, sino puro Don, realidad relacional, cuando consigue transmitir la experiencia genuina del Misterio. Jesucristo, en cuanto buena noticia de salvación, es fundamental para descubrir dónde está Dios, sobre todo en los pobres y los que sufren, por lo que llama al seguimiento y a la praxis (así, se puede aportar una respuesta a la cuestión de la teodicea).

Esta experiencia salvífica de Dios (desde la experiencia de fe) permite desenmascarar a los ídolos, productos sociales que se convierten en fetiche y crean dependencia (lo que plantea un peligro no menor que el del ateísmo); a la vez, permite justificar una doctrina trinitaria que –huyendo de especulaciones– narre el ser de Dios como historia; el núcleo de la doctrina trinitaria consiste en mostrar que Dios se manifiesta de modo histórico y salvífico en una automediación divina de sí mismo (Hijo) y en una autodonación de sí (que denominamos Espíritu).

La reconstrucción cristiana del creer debe pasar, lógicamente, a través de Jesús, pues en Él nos miramos a nosotros mismos y miramos a Dios y a su futuro. Especialmente, su compasión y confianza tienen valor actual porque transforman el presente y crean el futuro.

Debemos, ante todo, hacer la experiencia del Dios y del Reino como la hizo Jesús, de modo que nuestra vida tenga el sabor de Jesús. La adhesión a Él no es arbitraria, porque hay elementos suficientes de su actividad histórica que gozan de credibilidad y garantizan el seguimiento. Ante ello, los dogmas de Nicea y Calcedonia, legítimos en su tiempo, resultan menos relevantes y centrales para la actualidad.

Lo decisivo en tales dogmas es la dimensión soteriológica que se realiza en Jesús: confesamos a Jesús “Hijo de Dios” porque en Él nos descubrimos “hijos de Dios”.

El “esbozo”, propuesto como re-formulación o re-construcción, ganaría en validez y justificación si se acentuaran otras dos coordenadas con mayor intensidad:

  • a) el “salto” entre el Misterio y el Jesús histórico, entre lo universal y lo concreto, sería intelectualmente más coherente con una concepción más fuerte de la Trinidad; la armonía entre ambos niveles no está más garantizada por privilegiar la sensibilidad actual (como paradigma dominante ¿y por ello normativo?) frente a la elaboración dogmática (dependiente de un paradigma superado);
  • b) el contenido de Nicea y Calcedonia (lo que está en juego) permitiría aportar más consistencia a la praxis de Jesús como implicación personal (del Hijo) en una historia protagonizada personalmente (lo cual supone hacer el esfuerzo de pensamiento que llevó a los Padres a hablar de economía y de teología).

En el nº 2.794 de Vida Nueva.

Actualizado
22/03/2012 | 18:48
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