¿Qué decir de la misericordia? Ante un tema como este, es posible que el lector piense que todo está dicho. ¿Qué podría constituir realmente un aporte? Se trata de un gran desafío. En efecto, no han sido pocos ni superficiales los esfuerzos que se hicieron para ponerla en el centro de la consideración de los cristianos. Pensemos en la monumental Dives in Misericordia de san Juan Pablo II, por citar un texto magisterial cercano, y aún más cerca en el tiempo, Deus caritas est, del papa Benedicto XVI.
La presentación de La misericordia de Jesús ocurre en el Año Santo de la Misericordia y el padre José María Vallarino (“Pepe”, como todos los llaman) prácticamente lo abre citando al papa Francisco en su documento Misericordae Vultus. Precisamente, de eso se trata el libro: ver rostros. El rostro del que sufre, el rostro del Dios que se abaja, el rostro de la misericordia. Paradójicamente, al mirar de un rostro al otro, al reflexionar sobre ellos, al desear estar atento al sufriente y al compasivo, el rostro del contemplador va cambiando, y su corazón mismo se transforma, se “conmueve”. Seguramente, muchas de estas páginas hayan sido inspiradas por las experiencia que este sacerdote ha obtenido luego de dedicar su ministerio al acompañamiento de los enfermos y a la dirección espiritual.
En el caso de esta obra editada por Agape Libros existe un segundo desafío no menor que el primero: “encerrar” la expresión oral rica, personal, porteña, cercana, amable en grado sumo y creíble de José María Vallarino en páginas de papel. ¿Se podrá? La pregunta no parte de la premisa de que sea imposible, brota más bien de la dificultad que tiene trasladar “eso”, el clima circunstancial que se da en un retiro, en una charla a un grupo determinado con el cual el predicador se va consustanciando para encontrar un lenguaje particular, a un texto.
Un samaritano
¿Cuáles son las fuentes de las que se nutre el padre Vallarino? Aquí no puede darse gran originalidad. Se nutre abundantemente de la Escritura, del Evangelio del Samaritano que supo conmoverse del enfermo, del pobre, del necesitado. El autor muestra su conmoción (sí, se conmueve sincera y profundamente) ante la compasión de Jesús y busca penetrar lo que puede verse. La herramienta que usa es su propia sensibilidad que encuentra en su vida pastoral un instrumento hermenéutico que se hace pan para compartir con sus eventuales oyentes (y con nosotros, los lectores).
En la primera parte del libro, el lector podrá encontrar –a eso nos invita el padre Pepe– una invitación a focalizar nuestra atención en Jesús. Su mirada es muy dinámica. El texto nos hace ir hacia el Antiguo Testamento para que recordemos que la mirada compasiva de Jesús es lo que se prometía ya a Israel y que se hizo hombre, samaritano que nos levanta, nos mira, nos cuida y nos acompaña.
“Ya dos veces he caracterizado a Jesús como el samaritano. Lo hice adrede ya que el tono de este retiro nos permite reconocer al Jesús que se abaja hacia el que sufre y lo levanta, lleno y desbordante de misericordia, casi como obligado a amarnos”, nos dice este predicador conmovido.
Por otro lado, caracteriza este retiro la fuerte presencia y referencia al evangelio de Lucas. Así van desfilando ante nosotros las amables figuras del samaritano y de Zaqueo. Si el rico relato del encuentro con la samaritana no pertenece a este Evangelio, es también cierto que la fuerte presencia femenina lo acerca mucho al tercer evangelio. No podía faltar la perla lucana de la parábola del Padre misericordioso (Lc 15).
Existen ciertos libros en los que la personalidad del autor queda neutralizada por lo dicho, disimulada. En algunos libros es necesario. No sería apropiado que en una novela nos quedara mucho más patente la personalidad del autor que sus personajes. A veces, en libros de meditación o en retiros, el predicador es imposible de encontrar (por lo menos para quien lee). No le sucederá esto los lectores cuando se encuentren con La misericordia de Jesús.
También verán qué sencillo, qué cercano es el modo de hablar del padre Pepe. Cuando lean, simplemente, podrán entenderlo porque habla con las palabras que uno usaría, habla de la misma manera en la que uno habla. Es un hombre de la calle, de nuestras calles, que habla las palabras de Jesús del mismo modo en que cada uno de nosotros hablamos de lo que cada día nos pasa. Es muy agradable y fresco encontrarnos con un hombre de nuestro tiempo que habla en estas páginas del Samaritano que camina por las calles de nuestras ciudades, de nuestros barrios.
El P. Pepe es un sacerdotede la Arquidiócesis de Buenos Aires, ordenado en el año 1985. Su tarea pastoral estuvo siempre al lado de los que sufren, especialmente “gasta su vida” al lado de los enfermos,
testigo privilegiado de estas acciones misericordiosas.
LA MISERICORDIA DE JESÚS. En sus gestos y actitudes
José María Vallarino
Agape Libros
Buenos Aires, 2015
80 páginas