Esta obra de Cristina Siccardi (San Pablo, 2010) es recensionada por José María Avendaño Perea.
————
Madre Teresa. Todo comenzó en mi tierra. Con cartas inéditas a la familia
Autora: Cristina Siccardi
Editorial: San Pablo
Ciudad: Madrid
Páginas: 232
————
(José María Avendaño Perea) La beata Madre Teresa trasparentó la luz transformadora y la sonrisa de Dios a los que viven en oscuridad en esta tierra. Una misión que consistió en saciar la sed de amor de Cristo portando el suyo a los más pobres de entre los pobres. Y en ello ocupan sus días y sus noches hoy las Misioneras y Misioneros de la Caridad que fundó.
Cristina Siccardi, doctora en Letras modernas, nos sorprende en el centenario del nacimiento de Teresa de Calcuta con un libro impregnado de emoción y sencillez, que recoge cartas y testimonios desconocidos, tanto de la Madre Teresa (Agnes Gonxhe) como de sus hermanos, familiares y paisanos albaneses.
Son letras que nos sumergen en lo central de su vida: que es posible saciar la sed de Jesús y predicar más con el ejemplo que con las palabras, haciendo hablar a Dios en los corazones a través de las obras.
Querido lector, te invito a acercarte –desde el amor, la ternura y la simplicidad de la infancia– a la tierra y el hogar familiar de la Madre Teresa. Allí te encontrarás con Lazër y Cila, sus abuelos; Kolë y Drane, sus padres, sus hermanos y otros miembros. En su casa se priorizaba la relación confiada en Dios, el cuidado por cada uno de los cercanos y lejanos, la oración, el rezo del rosario, en medio de unas posibilidades económicas bastantes mermadas. “Nunca nadie regresaba con las manos vacías. Cada día teníamos a alguien en la mesa para el almuerzo. Las primeras veces preguntaba a mi madre: ‘¿Quiénes son éstos?’. Ella me respondía: ‘Algunos son parientes, otros no; de todos modos, son gente nuestra’. Eran pobres, gente sin nada a la que mi madre alimentaba”, relata su hermano.
La obra de Siccardi nos hace descubrir el corazón de esta mujer, pequeña y frágil pero rebosante de la grandeza y la fuerza de Dios en los pequeños, humildes y sencillos. Una mujer que se encontró y escuchó la voz de Cristo en medio de los sufrimientos y de las “noches oscuras” de los místicos. Confesaba ser feliz por tener la posibilidad de ayudar a Cristo que sufre sed, hambre, lepra, que muere… En todos esos hombres y mujeres veía a Jesús, amaba a Jesús, servía a Jesús; se consideraba, en verdad, afortunada.
La autora consigue que nos cueste interrumpir la lectura de estas bellas páginas, dado su estilo gozoso y ágil, que invita al testimonio creíble. Un acierto también el incluir novedosas fotografías. Muchas gracias.
En el nº 2.725 de Vida Nueva.