Una obra de Ricardo Blázquez (Sal Terrae). La recensión es de Raúl Berzosa
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Título: Memoria y gratitud
Autor: Ricardo Blázquez
Editorial: Sal Terrae
Ciudad: Santander, 2017
Páginas: 360
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RAÚL BERZOSA, obispo de Ciudad Rodrigo | A la hora de acercarnos a una publicación, se valoran al menos cuatro aspectos: el prólogo, que no suele leerse y, sin embargo, condensa la esencia de los contenidos; el índice general, que aporta la visión global y la articulación y coherencia del libro; el aparato crítico, que sustenta el pensamiento y las tesis del autor; y, finalmente, el colocar la obra en sentido vertical y comprobar que se mantiene en pie. Cuatro dimensiones que el presente volumen aprueba con sobresaliente: un libro de 360 páginas.
El aparato crítico es de calidad. El índice se subdivide en tres bloques complementarios. Y el prólogo desvela con nitidez el objetivo y alcance de la obra. El autor, además, goza de autoridad reconocida: el cardenal Ricardo Blázquez, arzobispo de Valladolid desde 2010 y presidente de la Conferencia Episcopal Española.
En el prólogo de Memoria y gratitud (pp. 13-16), se afirma que estas dos palabras unifican todos los contenidos. Son originales diversos, nacidos durante su actividad ministerial como obispo. Como trasfondo de los mismos, el bagaje de sus quince años de docente en la Universidad Pontificia de Salamanca. Y, sin necesidad de justificación, el autor confiesa “que no le ha distraído de sus primordiales tareas pastorales… Los veinticuatro capítulos que forman el libro convergen en un estilo de acción pastoral” (p. 13).
¿De qué trata la obra y qué estilo evangelizador plasma? En una primera parte, se desarrollan cuestiones referidas al Vaticano II y a temas fundamentales y básicos de la fe. Un segundo bloque se centra en las diversas vocaciones y ministerios en la Iglesia. Y, en una tercera parte, se vuelve a refrescar la memoria de santa Teresa de Jesús.
Una nota muy personal del autor aclara: “Aunque no es un libro de recuerdos… es una memoria impregnada del bálsamo del agradecimiento” (pág. 14). Destaca el día de su ordenación sacerdotal, en el que subraya tres momentos: el canto Tu es sacerdos in aeternum, la postración en tierra durante la letanía de los santos y el signo de las manos atadas con una cinta (pp. 15-16).
Recepción del Vaticano II
Entramos a comentar algunos contenidos de la obra. De la densa primera parte, destacamos el capítulo dedicado a la Recepción del Concilio Vaticano II (pp. 19-38), en la triple clave de misterio de comunión para la evangelización. Es sugerente releer también el capítulo dedicado a la Encíclica Lumen Fidei (pp. 75-86), a la que no ha se dado la importancia que merece. Y es obligada la lectura, por la actualidad del tema, del capítulo dedicado a La misericordia de Dios como fuente de esperanza y de fraternidad (pp. 87-107). Muy interesante resulta también el capítulo dedicado al Triduo Pascual y Eucaristía (pp. 125-134), así como el pregón de la Semana Santa vallisoletana del año 2015, bajo el prisma de La fe en la mirada (pp. 149-168) como clave profunda de la piedad popular.
De la segunda parte, sobre Carismas-Vocaciones-Ministerios, nos hacemos eco de los tres primeros capítulos (pp. 171-204), donde se nos recuerda la identidad y misión del ministerio episcopal, personal y colegialmente hablado. El capítulo cuarto (pp. 205-216), por su parte, es un guiño entrañable a su nombramiento como cardenal. En el resto de capítulos desfilan los presbíteros (pp. 217-229), los diáconos permanentes (pp. 231-242), los miembros de especial consagración (pp. 243-252) y hasta el Orden de Vírgenes Consagradas (pp. 253-364). El capítulo dedicado a los laicos va unido a la realidad familiar: Sínodo episcopal sobre la familia (pp. 265-280).
No hay espacio para detallar el tercer gran capítulo, dedicado a la santa de Avila con motivo del V centenario de su nacimiento. Recordemos que don Ricardo es abulense. Se nos habla del significado profundo de este centenario para nuestro tiempo (pp. 283-295): sigue siendo “maestra de vida espiritual”. Más allá del ámbito católico, santa Teresa es “patrimonio espiritual para el hombre y la mujer de hoy” (pp. 297-312), por ser gran “doctora de la Iglesia” (pp. 313-322), a quien los obispos españoles le deben sincero reconocimiento y agradecimiento (pp. 323-332). ¿Por qué, en resumen, la gran santa y su carisma son tan actuales? Porque es maestra en el arte del discernimiento cristiano de los carismas, “como obras del Espíritu Santo y signos de la Presencia de Jesucristo en su Iglesia” (pp. 333-347). Esto solo lo pueden comprender “los sencillos de corazón”, como se puso de relieve en la clausura del centenario (pp. 349-358).
Damos gracias a don Ricardo por el regalo de esta obra, que derrocha calidad de fe, intensidad de amor y sólida esperanza.
Publicado en el número 3.026 de Vida Nueva. Ver sumario