Libros

‘Para leer los Padres de la Iglesia’ y ‘Patrología’


Dos obras sobre patrística, recensionadas por Pedro Langa.

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Para leer los Padres de la Iglesia. Nueva edición revisada y aumentada por Guillaume Bady

Autores: Adalbert-G. Hamman

Editorial: Desclée De Brouwer

Ciudad: Bilbao

Páginas: 160


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Patrología. Manual de literatura cristiana antigua griega y latina

Claudio Moreschini-Enrico Norelli (coed.) 

Editorial: Ediciones Sígueme

Ciudad: Salamanca

 Páginas: 642

 

 

 (Pedro Langa) Acierta DDB suministrando al público hispanohablante lo que no deja de ser un bien ajustado y logrado compendio de patrística al alcance de todos los públicos, en particular, por supuesto, del mundo de habla hispana. Estamos ante una guía fácil, diríase, manejable, inteligible, cuyo fin persigue poner al alcance de la mano del lector común a estos primogénitos de la fe y descubrir que ellos son, al mismo tiempo, hermanos y padres

A raíz del Concilio Vaticano II, que dio el espaldarazo a esta disciplina teológica, el Magisterio de la Iglesia no ha cesado de insistir y volver a insistir en la necesidad de la patrología y de la patrística -aquí se dice con claridad la diferencia entre una y otra-. Un magisterio al que acercarse, a ser posible, dotados de la sapientia cordis de aquellos maestros en la fe. Un magisterio, en fin, a no idealizar ni rebajar, a no complicar ni confundir, desde luego, sino simplemente a trasladar con las debidas precauciones adaptado al mundo actual. 

Fruto de semejantes desvelos son hoy el Instituto Patrístico Augustinianum, en Roma, y la cada vez más abundante publicación de monografías y artículos patrísticos, empezando por los célebres manuales de Quasten, Altaner, Drobner, Trevijano, y tantos más. El principal autor de este libro, P. Hamman, de cuyo largo y paciente quehacer los Padres de la Iglesia son hoy su mejor premio y corona, se adelantó al Concilio en el estudio de esta disciplina con numerosas publicaciones. Uno recuerda con rendida gratitud las clases del que fuera su profesor y maestro en el Augustinianum, además de censor de su tesis doctoral. Aquel estilo suyo, aquella claridad expositiva y sencillez expresiva, aquel hacer fácil lo difícil, se encierra maravillosamente en estas páginas vertidas por Santiago García Rodríguez de la nueva edición francesa revisada y aumentada por G. Bady. 

Se me antoja este libro un excelente vademécum para profesores y alumnos, y no dudo en recomendarlo a cuantos pretendan saber, en sencillas palabras y poco espacio, claro y bien, qué es, qué significa y qué requiere el estudio de los Padres de la Iglesia

El denso y apretado libro de Moreschini-Norelli, en cambio, según reza el título, es un Manual de literatura cristiana antigua. Una enciclopedia, escriben sus autores (p. 12). Lo es en cierto modo, pues se trata de un estudio bien trabajado, de paciente lectura más que de breve consulta -si bien tampoco ésta sea descartable-, concebido en dimensión literaria, o sea, según los diversos modos literarios de referirse a Jesús, centro de una específica tradición religiosa. Patrístico, en fin, ya que su primordial propósito es poner de relieve la riqueza y pluralidad del hecho religioso a base de repasar los diversos modos literarios de referirse a él y las variadas imágenes que de él se materializan en la historia. Está bien editado, aunque alguna vez, rara, se tropiece uno con alguna errata. ¡Ningún gramático Petiliano defendió a Petiliano (cf. p. 455): se trata, más bien, del gramático Cresconio. Tampoco el donatismo oficialmente terminó con el concilio de Cartago del año 411 (cf. p. 455), pues aún por los años 418-425, e incluso después, hay vestigios donatistas; y lo de Cartago 411 no fue concilio, sino verdadera Conferencia ecuménica o asamblea de dos episcopados divididos. Abunda la bibliografía, pero en español resulta pobre, y eso deberán arreglarlo en futuras ediciones.

Claves de lectura

La introducción informa de qué capítulos corresponden a un autor y cuáles a otro. Asimismo, da las claves para emprender la lectura de estas rigurosas y eruditas páginas. No basta, pues, con conocer las coordenadas esenciales y peculiares de la fe religiosa de la Escritura; es preciso, además, percibir las formas y modos de esta literatura, coincidente, por un lado, con los de las literaturas griega y latina, sí, pero, de otro, tan diversa en cuanto transformada y adaptada al nuevo contexto espiritual. No se olvide que con Tertuliano y Agustín, Prudencio y el Nacianceno, ésta superó a la literatura pagana de su tiempo, y que, mediante el Niseno, el Areopagita y el mismo Hiponense, resultó no inferior a la especulación filosófica no cristiana. Dejando de lado ahora si distinguir o no entre una protoliteratura (el cristianismo utilizando formas literarias ajenas a la tradición clásica) y una literatura (utilizando a partir de Clemente Alejandrino formas y géneros de aquélla), importa reconocer como justificable la literatura cristiana antigua en cuanto objeto autónomo de investigación, es decir, sin aislarla del contexto literario más amplio en que se desarrolló. Y ésta ha sido, precisamente, la convicción que ha guiado aquí a nuestros autores, deliberadamente resueltos a no distinguir en los escritos neotestamentarios entre padres apostólicos, apologistas, antiheréticos, etc., ya que, a la postre, se trata de lotes o cuerpos de obras -corpora dicen- creados a posteriori con arreglo a consideraciones teológicas. Conlleva ello, claro, una especialización en la materia: bien hará el lector, por tanto, en acudir a este libro pertrechado previamente del clásico manual de patrología: ganará su lectura en claridad y precisión. 

En resumen, laudable y valiosa obra que también recomiendo a estudiosos de teología. Si la primera iba para el gran público, ésta, por el contrario, precisa de lectores más avezados. Pero ambas, a fin de cuentas, contribuyen a un mayor dominio de esa ciencia imprescindible para bien comprender la Sagrada Escritura y la vida misma de la Iglesia que denominamos patrología y, cuando descendemos a sus argumentos teológicos en la defensa y promoción del dogma, patrística.

En el nº 2.666 de Vida Nueva.

Actualizado
26/06/2009 | 08:32
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