Estas cartas de Navidad recorren un itinerario cuyos jalones son la vida, el deseo, el Emmanuel, el Dios humanizado, la ternura, la fraternidad, el amor, la alegría, la belleza, el sueño de Dios –el Reino–, Jesús de Nazaret, María, Francisco de Asís, lo pequeño, lo menor, las víctimas…
Son cartas de Navidad, porque la Navidad es la expresión máxima de la ternura. Constituye el inicio de la revolución de la ternura del Evangelio de Jesús de Nazaret, todavía sin explotar. En esta hora de la globalización, la dote bíblica de la compasión, de la ternura, es lo más significativo en la vida humana y apostólica, que viene a ser la aplicación del «principio de humanidad»: «Todo ser humano, mujer o varón, soldado o prisionero de guerra, ha de ser tratado humanamente, esto es, con humanidad, y no de modo inhumano y bestial».