Un libro de Juan Rubio Fernández ( Desclée De Brouwer, 2010). La recensión es de Antonio Gil Moreno.
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Tolerancia cero. La cruzada de Benedicto XVI contra la pederastia en la Iglesia
Autor: Juan Rubio Fernández
Editorial: Desclée De Brouwer
Ciudad: Bilbao
Páginas: 200
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(Antonio Gil Moreno) Juan Rubio, sacerdote y periodista, –hombre, por tanto, de dos orillas, la divina y la humana–, nos sorprende con un libro no esperado quizás, pero deseado por esa multitud de buena gente –intelectual o sencilla, poco importa–, que se va quedando atónita ante las noticias degradantes de un clero siempre contemplado desde el respeto, cuando no desde la admiración y la sublimación de su tarea apostólica. Tolerancia cero. La cruzada de Benedicto XVI contra la pederastia en la Iglesia ha nacido de las entrañas sacerdotales de su autor, mientras compartía mesa y mantel con un grupo de amigos, en una velada abierta a todo tipo de temas, sobre todo, de los que crean pasiones y emociones, y más si tocan o se adentran en ámbitos tan discutidos y discutibles como los religiosos y clericales. En la tertulia, naturalmente, no podía faltar el tema estrella: la pederastia del clero, al que se unía, en opiniones encontradas, la complicidad del Vaticano y del Papa en los casos de abusos sexuales por parte de algunos clérigos. Como confiesa el autor, por aquellas fechas, arreciaban las noticias con algún caso en Alemania e Irlanda: “Las soluciones salían de sus bocas como volcán en erupción: suprimir el celibato, admitir a las mujeres al sacerdocio, condenas sin juicio legal, cárcel… Hubo incluso hasta quien quería que la pena de muerte se volviera a implantar. Alguno más jocoso sugería mutilaciones físicas”.
Fue, entonces, en aquel ambiente tan polémico y desbordado en expresiones, cuando Juan Rubio toma la decisión de escribir un libro sobre el tema, de abordarlo con rigor, de mostrarlo con transparencia, de “objetivizarlo” con los datos más precisos y con la estadística más ajustada y completa, pero, sobre todo, de iluminarlo con la Doctrina de la Iglesia, con el Magisterio de los papas, sobre todo, de Benedicto XVI, al que el autor pudo ver muy de cerca en la mañana del 11 de junio del 2010, cuando llegaba al pie de la escalinata que se abre ante la Basílica de San Pedro para la Eucaristía de clausura del Año Sacerdotal. Juan Rubio, que se encontraba junto a los reporteros gráficos, a escasos dos metros del Pontífice, obervó fijamente su rostro, y en él descubrió una emoción especial que afloraba a sus ojos humedecidos por una alegría desbordante, íntima, profunda, pero también por tanto dolor acumulado en un año convertido en annus horribilis. “Envejecido pero altivo; triste pero confiado. Lo vi solo, totalmente solo. La soledad y el sufrimiento de alguien que nunca hubiera imaginado que le tocaría la hermosa pero dura tarea de devolver a la Iglesia la belleza de su rostro magullado por las culpas de los hermanos que traicionaron en las tinieblas el don recibido en plena luz con la imposición de las manos”.
Rabia y perdón
He querido recrearme en ese primer capítulo del libro, en el que su autor, de forma magistral, sonora, emocionada, nos va mostrando las íntimas razones –junto a paisajes y circunstancias– que le llevaron a abordar un tema tan difícil como escabroso, que levanta oleadas de rabia contenida pero también perdón y misericordia, conforme a las exigencias de un Evangelio que nos invita a la conversión: a la verdad, al amor, a la justicia y a la libertad. Y a partir de ahí, el autor comienza a ofrecernos, en un escaparate amplio y riguroso, el problema de la pederastia, abriendo a los lectores el mapa de los abusos, arrancando de los Estados Unidos y pasando después a Australia, Austria, Canadá, Alemania, Bélgica, Irlanda y España. Inmediatamente después, coloca los viajes pastorales de Benedicto XVI, donde va abordando el problema, ofreciéndonos textos claros y precisos sobre lo que supone para la Iglesia, la actitud de ésta, que no olvida los escándalos, ni el daño que producen, dirigiéndose a las víctimas, que han de ser asistidas, ayudadas y curadas, a la par que pide una atención especialísima para contar siempre con buenos sacerdotes.
El autor ha tenido el acierto de ofrecernos el problema de la pederastia tal y como ha sido presentado por los medios de comunicación social, sobre todo, por la prensa. Es un capítulo apasionante. Una prensa que, en tantos casos, luchaba por implicar al Papa, por cerrarle todas las salidas de su buen hacer y decir. Va desmenuzando con paciencia y maestría las noticias que se ofrecían y los artículos de los principales y más influyentes comentaristas. Así como acierta también en ofrecernos una aproximación psicológico-pastoral al problema de la pedofilia y a la pederastia. Hacía falta para conocer mejor las situaciones que se han vivido y para vislumbrar el horizonte de las soluciones. La última parte de la obra reúne una serie de apéndices en forma de guías, de normas sustanciales y procesales, de estatutos para la protección de niños y jóvenes, finalizando con el texto completo de la Carta pastoral de Benedicto XVI a los católicos de Irlanda, en marzo de 2010.
Sin pasión alguna, hemos de felicitar a Juan Rubio por este libro, no sólo por su valentía como sacerdote y periodista, sino porque nos ha informado con rigor y exactitud de un problema tenebroso en el seno de la Iglesia, sobre el que ha proyectado la luz de los datos verdaderos y de la actitud de la propia Iglesia; porque nos ha formado sobre cuestiones que, en tantos casos, sólo conocemos por informaciones sesgadas, a las que interesa el escándalo más que la verdad; porque nos ha conmovido por dentro, ya que son páginas que tocan el alma de la gente buena, sencilla, verdadera, que se alegra de lo bueno y sufre con la maldad y el daño. Este libro tiene la gran virtud de ser, a un tiempo, un libro de oración, de meditación y de consulta, porque nos invita a pensar y a rezar, a construir juntos un mundo mejor, por más humano y por más cristiano.
En el nº 2.734 de Vida Nueva.