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Una experiencia de lo inglés


Pompa y circunstancia. Diccionario sentimental de la cultura inglesa

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Título: Pompa y circunstancia. Diccionario sentimental de la cultura inglesa

Autor: Ignacio Peyró

Editorial: Fórcola, 2014

Ciudad: Madrid

Páginas: 1.068

LUIS RIVAS | Cuando un piloto alemán acababa de abandonar su Messerschmitt caído, dos señoritas austenianas se acercaron a ofrecerle una taza de té. Eso era la gentleness”. De entre todas las metonimias y perversiones en general, acaso la anglofilia sea la más perdonable, por pertinente, incluso próxima a la virtud. No en vano la paradoja, con el bordón de la ironía, ha salvaguardado la esencia british de los complejos y el autodesprecio que parecen marchitar al resto de naciones de las de más larga vida, erigiéndose en peñón de las costumbres y el conservacionismo frente a las renovaciones desquiciadas de esos millennials que están tan a la última, que no están. “¿Qué gran país entró en la modernidad con menos sangre derramada, menos conflicto, injusticia y crueldad?”, se ha preguntado, respondiéndose, Roger Scruton.

Inglaterra, la pérfida, a quien siempre dieron lustre sus enemigos, desde Julio César a Napoleón, se expone ahora a los embates de la globalización que brotan desde la otra orilla del Atlántico, como las olas de ese Mediterráneo que hace siglos empujaron el testigo de Grecia para Roma, solo que a la inversa y con el salvoconducto traicionero y del neocolonialismo consumista de la special relationship entre Washington y Londres. No hay en las limaduras de la identidad y el destierro de las tradiciones particulares nada exclusivo del Reino Unido, pero sí en el carácter con que los británicos se han plantado ante la uniformidad del Zoon Tecnologi.com, recordando sus mejores rictus y ante los trajes negros de las SS. Perdida la soberanía de los mares, sin petróleo y con el fantasma de la decadencia mordiéndoles los talones –ya en los 60, Larkin dijo aquello de que a Inglaterra habría que ir a buscarla a los museos–, a los británicos les queda la libra, la conducción por la izquierda, la cerveza tibia, las democráticas colas de espera, su Oxford y su Cambridge.

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Ignacio Peyró

Y ahí, a la guarida del león, acude Ignacio Peyró a registrar los cimientos y ornamentos de una civilización en retirada pero de terquedad churchilliana, que un día propugnó educar a todo un pueblo y a todas sus colonias al modo y manera de sus gentlemen –y para ello acuñó Demolins la evidencia de que “la superioridad es la escuela”–.

Así las cosas, Pompa y circunstancia. Diccionario sentimental de la cultura inglesa se articula como un casillero de las muchas esencias de un mismo pueblo, asentándose cada entrada sobre el firme de las horas dedicadas a la erudición, apuesta segura que acompaña al lector hasta la cumbre gozosa del deleite. Con una prosa de estética duque de Wellington, Peyró se entrega al hedonismo del conocimiento sin dejarse por el camino los anillos de la amenidad y el sentido del humor. Solo de esta forma la posibilidad de asombrar al no iniciado convive en armonía con la certeza de no decepcionar al experto.

Asumiendo ese humor tan british que, por otra parte, es tan habitual en el autor, la enciclopedia transita lugares comunes y conceptos imprescindibles para configurar “una cierta idea de lo inglés”, sin renunciar a los pequeños ensayos, al anecdotario gastronómico, a las genealogías del conservadurismo y a las geografías de la intriga, a esas biografías que se revelan como verdaderas motivaciones de la obra y la dotan de trascendencia. Porque el autor, según recoge el prólogo, ha tendido a la máxima de Disraeli: escribir el libro que a uno mismo le gustaría leer.

La elección de las entradas, así como el enfoque, corresponden a un capricho que no vulnera el sentido común y que es el de la maldita infancia incurable. Peyró, anglófilo desde la conciencia de las primeras lecturas, aborda con honradez intelectual –el formato de diccionario facilita sobremanera el acceso y contraste de la bibliografía, amén de permitir iniciar y reiniciar la lectura al azar– los mitos de su pasado sin caer en vacuas apologías. Pasando de puntillas sobre las comparaciones con España –no es poco frecuente en el lector plantearse lo que podría salir de todo lo que somos con tan buenas intenciones–, la crítica constructiva y la ironía sin cinismo generan en el lector una experiencia puramente inglesa. No está nada mal en un país que todavía recela de la pérfida Albión mientras se entrega al mito de la tecnología alemana y a Claudia Schiffer vendiéndole coches. ¿Saben lo que pensaba Ignacio Peyró de los coches ingleses cuando era un niño? Que en sus interiores de cueros y maderas de brillo amortiguado “la tecnología no existía más que para ser disimulada”. Una delicia.

En el nº 2.919 de Vida Nueva

 

Actualizado
28/11/2014 | 08:57
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