Un libro de Xavier Busquet y Esther Valverde (Milenio, 2008). La recensión es de José Ramón Amor Pan.
Vivir el morir
Autores: Xavier Busquet Duran (Texto) y Esther Valverde Vilabella (Ilustraciones)
Editorial: Milenio
Ciudad: Lleida
Páginas: 240
(José Ramón Amor Pan) ¿Puede aprenderse a morir? La pedagogía sobre el morir es uno de los aspectos más descuidados de nuestra vida cuando, en realidad, ¿puede haber algo más importante que aprender a morir? En nuestro contexto social nos acercamos a la muerte de espaldas, y eso no ayuda nada al enfermo terminal: sólo conseguimos que el moribundo sea difunto antes de tiempo. Pero tampoco es positivo para los que se quedan; así, enmascarar el dolor es una de las causas del duelo patológico ante la pérdida de un ser querido, que afecta hoy, al menos, a un 5% de la población, y la cifra se va incrementando poco a poco (algunos hablan ya de un 10%).
Las vivencias relatadas en este libro han sido escogidas de entre todas las que sus autores han ido acumulando durante trece años de ir por las casas atendiendo a personas que estaban muriéndose. Casos y cosas que se ponen en contacto con una de las mejores obras de filosofía publicadas en España en los últimos tiempos, la Antropología del cuidar, del profesor Torralba, editada hace ya una década por el Instituto Borja de Bioética. Al leerlas, uno no puede dejar de pensar en su vida y en su propia muerte, y esto nos obliga a mirar a la muerte de frente, con naturalidad, sin miedo. Hasta la hechura del libro, con una estética tan bella, tan cuidada, exquisita, nos está diciendo algo. En este sentido, este libro sí que nos enseña cómo morir bien y cómo acompañar bien a los que están muriendo. No hay duda de que es un texto contracultural y, por ello mismo, doblemente valioso. Como escribe Francesc Abel en el prólogo, estamos ante “una pequeña joya en la que se funden el pensamiento y la vida, la reflexión filosófica y los sentimientos”.
Vivencias íntimas
Quienes lo han escrito son médicos, enfermeras y trabajadoras sociales que trabajan en la atención domiciliaria de enfermos terminales en Cataluña, que quieren mostrar sus vivencias íntimas, ventilarlas, compartirlas, repensarlas y, al mismo tiempo, reivindicar su trabajo, darlo a conocer para, así, ponerlo en valor y fortalecerlo. Porque, por desgracia, a pesar de las promesas, de los discursos grandilocuentes y de su imperiosa necesidad, a pesar de su gran rentabilidad en términos humanos y también en coste/beneficio, las unidades de cuidados paliativos y de atención domiciliaria siguen siendo la Cenicienta del sistema sanitario. Ya antes había expresado públicamente mi respeto y profunda admiración por los profesionales que trabajan en este difícil campo de la sanidad, auténticos rara avis; respeto y admiración que se redoblan una vez leído este libro. Porque hay que ser muy valiente y estar muy comprometido con los fines de la profesión para hacer una obra así. Con una calidad excepcional, han sido capaces de transmitir de forma clara, directa y precisa toda la riqueza de matices del hombre de carne y hueso, el ser humano que muere, que está a un paso del vacío, el hombre sin máscaras ni engaños, tal cual es. El mensaje es claro: la persona madura es aquélla que se sabe débil, finita y falible y, desde ahí, construye su propio proyecto vital.
No es un libro de medicina, ni de enfermería ni de trabajo social; tampoco de espiritualidad, aunque la destile por los cuatro costados. Tampoco es un libro de ética al uso, aunque hay muchísima sensibilidad moral en cada una de sus páginas, y no sólo describe sino que prescribe. Es una obra que se dirige al corazón y a la mente, que habla de virtudes indispensables para una auténtica relación asistencial, como la compasión, la perseverancia, la serenidad, la veracidad y la prudencia; y no de fríos y abstractos principios que a poco o nada conducen. Un libro que postula un modo de ver las cosas y un modelo de intervención, sabiendo que puede haber otras muchas y que lo único importante es ver cómo ayudamos mejor a la persona que se acerca a su final. Dicen sus autores: “Nosotros no vendemos zapatos: tratamos a personas, y si después de leer este libro aún continuamos hablando de clientes, significará que no hemos entendido nada. Nada que hacer: sembrar en el desierto“. Un libro, en fin, provechoso para todos porque todos habremos de enfrentarnos, antes o después, en los nuestros y en nosotros mismos, con la Señora de Negro.
En el nº 2.636 de Vida Nueva.