Discurso del Patriarca Latino Fouad Twal en Getsemaní
Santo Padre,
A algunos metros de aquí, desde el Monte de los Olivos y contemplando la ciudad de Jerusalén, Jesús lloró.
Bajo nuestros pies, en el Jardín de Getsemaní, tuvo lugar la agonía del Maestro. Angustia que no ha tenido respiro y que continúa a través de la agonía de los pueblos y a través de todas las agonías del ser humano.
Jerusalén es la ciudad que une a todos los creyentes y que al mismo tiempo los divide, ciudad del Calvario, como también ciudad de la Resurrección y de la esperanza.
Santidad,
Siguiendo las huellas de Jesús, nos alegra estar con usted aquí para rezar, para vivir la agonía de los que sufren y quizás también llorar. Junto a Usted se reúnen una parte de nuestros queridos consagrados, religiosos, religiosas y seminaristas, representantes de un centenar de congregaciones. Ellos son nuestra fuerza y nuestra riqueza. Con sus vidas, sus cruces cotidianas y la alegría de ser consagrados, perpetúan con pequeñas dosis diarias, el misterio de la salvación, vida, cruz, muerte y resurrección.
Como Jesús en Getsemaní, nuestros queridos consagrados, parte integrante de la Iglesia local, con frecuencia se sienten solos y abandonados. A través de tu persona y de tu voz, pedimos al mundo cristiano y a nuestros hermanos obispos, más cercanía, solidaridad y sentido de pertenencia a esta Iglesia Madre.
Santo Padre, los consagrados y los seminaristas te rodean esperando que tu presencia entre nosotros les de esperanza, coraje y tu paternal bendición.
26 de mayo de 2014, Iglesia de Getsemaní (Israel)