El 4 de diciembre de 1963 es una fecha señalada en el calendario de la historia de la liturgia: aquel día fue aprobada y promulgada la constitución conciliar sobre la sagrada liturgia ‘Sacrosanctum Concilium’.
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Dentro del gran horizonte de renovación de la Iglesia que marcó el Concilio Vaticano II, no podía dejar de tener un lugar especial la vida litúrgica. Así, el deseo de esta constitución es renovar y fomentar la vida litúrgica, en continuidad con la tradición de la Iglesia, para que todos sus hijos e hijas puedan participar de las celebraciones con mayor provecho espiritual. ‘Sacrosanctum Concilium’ destaca de manera singular el valor central que la liturgia tiene en la vida de la Iglesia y en la vida del cristiano.
El primer don
Con estas palabras se refería a la liturgia el papa san Pablo VI en su discurso conclusivo de la segunda sesión del Concilio Vaticano II, el 4 de diciembre de 1963, tras la aprobación de la constitución ‘Sacrosanctum Concilium’: “La liturgia, la primera fuente de la vida divina que se nos comunica, la primera escuela de nuestra vida espiritual, el primer don que podemos hacer al pueblo cristiano, que con nosotros cree y ora, y la primera invitación al mundo para que desate en oración dichosa y veraz su lengua muda y sienta el inefable poder regenerador de cantar con nosotros las alabanzas divinas y las esperanzas humanas, por Cristo Señor en el Espíritu Santo”. (…)
La constitución sobre la sagrada liturgia estableció los principios fundamentales de la liturgia, conocidos como ‘altiora principia’ (esto es, los principios más altos). De modo que el Concilio Vaticano II asentó los fundamentos teológicos de la liturgia, algunos de los cuales ya se encontraban descritos en la encíclica sobre la sagrada liturgia ‘Mediator Dei’, que el papa Pío XII había publicado el 20 de noviembre de 1947. El sustrato de todo este “renacer teológico” de la liturgia se encuentra en el movimiento litúrgico que, desde finales del siglo XIX y a lo largo del siglo XX, había ido recuperando la esencia de la liturgia –su sentido teológico– frente a quienes la habían reducido a un ceremonial decorativo o a un mero conjunto de leyes y de preceptos (cf. ‘Mediator Dei’; ‘Desiderio desideravi’, 18). Veamos los principios fundamentales (‘altiora principia’) de la liturgia recogidos en ‘Sacrosanctum Concilium’.
Historia de la salvación
En la liturgia se actualiza la historia de la salvación, que tiene su cumplimiento en Cristo.
Dios quiere que todos los hombres se salven. Y para ello ha ido desarrollando una historia de amistad con el ser humano, para hacer partícipes de su amor, de su vida divina, a los hombres y mujeres que había creado. Una historia que alcanza su cumbre cuando el propio Hijo de Dios se hace hombre y, por su muerte y resurrección, quedó constituido mediador entre Dios y los hombres (cf. Sacrosanctum Concilium, 5). Jesucristo envió a sus apóstoles al mundo para extender, aplicar y perpetuar la salvación que Dios había ofrecido a la humanidad y la glorificación del Padre mediante la Palabra revelada y los sacramentos (cf. ‘Sacrosanctum Concilium’, 6).
“Como Cristo fue enviado por el Padre, él mismo envió también a los apóstoles, llenos del Espíritu Santo, no solo para que, al predicar el Evangelio a toda criatura, anunciaran que el Hijo de Dios, con su muerte y resurrección, nos ha liberado del poder de Satanás y de la muerte y nos ha conducido al reino del Padre, sino también para que realizaran la obra de salvación que anunciaban mediante el sacrificio y los sacramentos en torno a los cuales gira toda la vida litúrgica” (‘Sacrosanctum Concilium’, 6).
Eucaristía y otros sacramentos
De modo que la salvación ofrecida por Dios a los hombres y mujeres del mundo es una realidad que primero fue anunciada en el Antiguo Testamento, para llegar a su cumplimiento en Jesucristo, con su muerte y resurrección, y por acción del Espíritu Santo se actualiza en la Iglesia, perpetuándose a lo largo de la historia presente. Por tanto, la misión de la Iglesia es hacer presente esta salvación en el mundo, y lo hace de modo especial mediante la liturgia, esto es, mediante la celebración de la Eucaristía y las demás acciones sacramentales. Podríamos afirmar que esa actualización de la salvación es la razón de ser de la liturgia católica.
Se produce, entonces, un modo nuevo de introducir a los hombres en la corriente de la salvación. “Cristo actúa ahora por medio de los sacramentos, instituidos por él para comunicar su gracia” (‘Catecismo de la Iglesia Católica’, 1084). “En los sacramentos, Cristo continúa ‘tocándonos’ para sanarnos” (‘Catecismo de la Iglesia Católica’, 1504).
Tiempos favorables
La historia humana, contemplada a la luz de la fe, aparece sembrada de acontecimientos que, ocurridos una vez, han supuesto una intervención divina decisiva para el futuro. Estos momentos, en el lenguaje bíblico se llaman ‘kairoi’ –tiempos oportunos y favorables– y entretejen la historia de la salvación. Ahora bien, los ‘kairoi’ establecen una línea de continuidad a lo largo de toda la historia, de manera que su carácter salvífico está presente en todos los momentos de la historia de la salvación, aun cuando cada uno tenga su propia incidencia. Entre todos estos momentos salvíficos en los que Dios ha derramado su gracia, hay uno que está en el centro y es el paradigma de todos los demás: la muerte y resurrección de Jesucristo, que denominamos misterio pascual –porque aconteció en el marco de la fiesta de Pascua judía y configuró una nueva dimensión de esta celebración dando paso a la Pascua cristiana, al paso (eso significa Pascua) de Cristo de este mundo al Padre, al paso de todos los cristianos y cristianas de la esclavitud del pecado y de la muerte a la libertad de los hijos de Dios–.
Estas continuas intervenciones de Dios en la historia de la humanidad, estos ‘kairoi’ de índole salvífica, han sido actualizados por el pueblo de Israel, primero, y por la Iglesia, después, a través de la liturgia. Así, cada persona, cada creyente, puede acceder a la gracia divina derramada a lo largo de la historia salvífica. De modo que la salvación cumplida se puede ofrecer y aplicar a cada generación y a cada persona. (…)
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Índice del Pliego
I. INTRODUCCIÓN
II. ESTRUCTURA DE LA CONSTITUCIÓN
III. RASGOS TEOLÓGICOS DE LA LITURGIA
- La liturgia: actualización de la historia de la salvación
- La liturgia: ejercicio del sacerdocio de Cristo
- La liturgia: fuente y cumbre de la vida cristiana
- La liturgia: participación de la liturgia celestial
- La liturgia: pertenece a la Iglesia, influye en ella y la manifiesta
- Todos deben participar en la liturgia
IV. REFORMA LITÚRGICA
V. FORMACIÓN LITÚRGICA