El cauce abierto por la exhortación apostólica ‘Amoris laetitia’ (AL), en 2016, lleva cinco años de recorrido. Es un río que en su nacimiento encontró algunas piedras y ramas caídas en su cauce, pero que era vital para la sed de humanidad y, conforme ha ido empapando el corazón de toda la Iglesia, ya comienza a ensancharse en tierras más tranquilas y su riego se extiende cada vez más por los campos dando fruto.
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Estos cinco años han hecho que todos nos demos cuenta de que los padres sinodales y el papa Francisco fueron sabios: nos pidieron que nos abriéramos a la contemplación compasiva de la realidad de las familias y realizáramos una profunda reflexión sobre AL para revisar la vida eclesial en relación con ellas. Este Año ‘Familia Amoris Laetitia’ y Año de San José, que inauguramos el 19 de marzo de 2021, es una nueva oportunidad y repetición ignaciana para ahondar en esa conversión del corazón de cada uno, cada familia, comunidad y la Iglesia.
La exhortación apostólica ‘Evangelii gaudium’ fue una exposición programática del papa Francisco –prácticamente con naturaleza de encíclica– y AL fue el comienzo de una conversión pastoral que no ha hecho sino ahondar. La llamada papal a ser una Iglesia en salida sigue el estilo de Jesús, continuamente en los caminos encontrándose con toda la diversidad de gentes de su tiempo.
Clave de la conversión
Esa parece ser la clave esencial de esta conversión: ser una Iglesia peregrina, alegre y ligera de equipaje, que anda samaritana en las periferias, se encuentra y dialoga con todos los seres humanos, que disfruta y cuida la naturaleza, que acompaña a otros y es acompañada, forma comunidades en camino y se adapta a cada ritmo, reza y celebra por los senderos… En su conjunto, es una profundización evangélica guiada por el seguimiento de los modos de Jesús, la imitación de Cristo.
El papado de Francisco está siendo calificado como de reforma, y lo es en el sentido que nos enseñan los ‘Ejercicios Espirituales’ de san Ignacio de Loyola: una reforma de vida que nace de unirnos más a Jesús y, en consecuencia, nuestra vida se transforma. AL fue el primer gran fruto de una Iglesia que comenzaba una reforma sinodal: caminar con todo el Pueblo de Dios, que es la humanidad que se descubre en el amor de Dios.
En el nacimiento de AL, esto se puso especialmente de manifiesto. AL fue el primer signo que llamaba a ser Iglesia sinodal. Es la única exhortación nacida de dos sínodos seguidos, con tan solo un año de distancia entre ellos, con una encuesta mundial. En octubre de 2014, se celebró el Sínodo extraordinario sobre la familia. Fue extraordinario no solo por su convocatoria, sino por la experiencia que supuso para los padres sinodales.
Espíritu del Vaticano II
El cardenal Tagle señaló que, en ese sínodo, se volvió a sentir con claridad el espíritu del Vaticano II. Al año siguiente, en octubre de 2015, los padres sinodales se volvieron a reunir en un sínodo ordinario, también centrado en la familia. Había en ese segundo sínodo mucho de repetición ignaciana de la oración, con el fin de confirmar las mociones que el Espíritu había inspirado un año antes. Ahora volvemos a hacerla, para interiorizar más ‘La alegría del amor’.
Poco a poco, hemos ido descubriendo que el espíritu sinodal es el corazón de AL: si la familia es la iglesia doméstica, se trataba de que la Iglesia caminara con las familias tal como son, conjugando esos cuatro verbos que han dado forma a la pastoral familiar: acoger, integrar, acompañar y discernir. AL es la iglesia doméstica sinodal, la familia sinodal.
Las mociones fueron variadas durante esos sínodos y, si atendemos a lo ocurrido en estos cinco años, todos somos conscientes de que también ha habido una gran agitación de espíritus. La moción mayoritaria y más honda es la alegría y consolación sentida por los cientos de millones de personas que forman el Pueblo silencioso de Dios, la gente común. Las encuestas sociológicas –que sí son capaces de recoger su voz– han mostrado el apoyo muy mayoritario al camino emprendido por la Iglesia con EG, AL o Laudato si’.
Una bendición para el pueblo
El Pueblo silencioso de Dios recibió como una bendición AL, ya que era quien más había sufrido los rigorismos que critica la exhortación. Hubo un documento de Roma –ya en el siglo XXI– que fue titulado ‘Familias y no familias’, y representaba bien la posición a la que se había llegado. La ciudadanía sentía que la Iglesia se reservaba la prescripción de determinar públicamente el tipo de grupo familiar que verdaderamente era antropológica, moral, jurídicamente una familia, y cuál no lo era.
Eso excluía a millones de familias del mundo que, por diversas razones, no se ajustaban a la fórmula de familia compuesta por padre y madre casados y con hijos. Los modelos ejemplares de familia que salían en los eventos de Iglesia eran las muy numerosas. Las personas que no se ajustaban a la familia nuclear tradicional tenían muchos mensajes católicos para considerarse excluidas no solo de la Iglesia, sino de lo que se podía considerar una familia.
Aquellas personas separadas o divorciadas estaban bajo sospecha permanente y, a veces, eran duramente sancionadas si se habían vuelto a casar. La prohibición de comulgar que se impuso a los divorciados vueltos a casar creaba un profundo malestar y agravio no solo para quienes lo padecían, sino para toda su familia y sus hijos, causando un divorcio de la Iglesia que empeoraba toda la situación. Esta situación se ha abierto mundialmente, salvo en algunos reductos, y actualmente hay un movimiento de reintegración en la Iglesia, junto con nuevos modos de acompañar a las personas.
Divorciados y homosexuales
Muchas de las familias con hijos que convivían con sus parejas no se atrevían a que se supiera en sus entornos eclesiales si no era para condenarlo. Las personas homosexuales y sus familias eran quienes más sufrían el estigma y eran acusadas de formar parte de una conspiración internacional contra la Iglesia. Aunque tímidamente, el propio Papa ha abierto una nueva acogida, acompañamiento y consideración en la Iglesia.
Es fácil comprender el alivio sentido por la inmensa mayoría de los católicos. AL liberó a centenares de millones de católicos con un enfoque positivo, que ya comenzaba en su propio título: ‘La alegría del amor’. Hubo una moción de profunda consolación al parar la negativa dinámica que continuamente expulsaba gente de la comunidad católica. Demasiada gente llevaba aguantando la respiración o había perdido el aliento, y AL les permitió respirar.
El papa Francisco daba palabras de Corintios al mensaje esencial, esta vez en ‘Fratelli Tutti’: “Todos los creyentes necesitamos reconocer esto: lo primero es el amor, lo que nunca debe estar en riesgo es el amor, el mayor peligro es no amar (1 Co 13, 1-13)” (n. 92). Como expresaba proféticamente el papa Francisco en AL: el camino de Jesús es siempre el de la integración. No era una exhortación postsinodal más, sino que había tocado el corazón de la pastoral, parcialmente petrificado, y lo llamaba a convertirse en carne. (…)
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Índice del Pliego
1. La familia sinodal
2. La moción de la alegría
3. La tentación del rigor
4. Reflexión y conversión
5. Creatividad pastoral